Aunque no sea condición ‘sine qua non’ para ganar el concurso, las canciones con mensaje triunfan en Eurovisión, convertida a veces en una fábrica de himnos contra el acoso escolar, por los derechos LGTBQI+ o, incluso, sobre cuestiones políticas.

Este año ha sido Netta y su canción «Toy» contra el bullying la que ha conquistado a los euroespectadores con una divertida puesta en escena rodeada de elementos orientales y con cacareos incluidos.

Antes, en el 2016, Suecia hizo lo propio con el tema «Heroes», que también hablaba sobre el acoso escolar que el propio cantante Zermerlöw alegó haber sufrido durante su infancia.

Ucrania se proclamó vencedora en el 2015 con la canción «1944», cantada en inglés y en tártaro de Crimea, en pleno conflicto territorial con Rusia. «1944» hablaba sobre la deportación de los tártaros de Crimea ocurrida en la década de los años 40 por la antigua Unión Soviética a manos de Stalin.

La identidad de género también ha tenido un papel protagonista en Eurovisión. ¿Quién no se acuerda de Conchita Wrust, la cantante austriaca con barba que venció en el festival en el 2014 con «Rise Like A Phoenix»? En 1998, la también israelí Dana Internacional se convirtió en la primera cantante transgénero en ganar el concurso europeo con su tema «Diva».

Aunque las dobles lecturas no siempre son lo más importante en Eurovisión. En el 2017, el portugués Salvador Sobral se proclamó ganador del certamen con «Amar pelo dois», una balada romántica que interpretó solo y sin apenas escenografía.