Descálzate,

túmbate en la cama;

yo apago la luz.

Y meriendas mis labios,

sin quedarte con hambre.

Vamos a llenar el armario

con la ropa que llevemos puesta

y vamos a contarle historias

de esas para no dormir

ni con pastillas para soñar.

Voy a instaurar una revolución en tu boca

para revolverme en contra de tus dientes

por saber muy bien cuándo morderme.

Que me mires con tu cara de ‘no me sueltes’

mientras soy saliva en tu lengua es, en pocas palabras,

ponerle una puerta de entrada al calor,

abrirle la puerta al sudor, al ‘ven y rózame con tu piel’,

a que me digas ‘ven y déjate de mandatos.

Sé mi chivato y cuéntame en besos

todos los deseos que alguna vez has deseado’.

Siente las caricias que hacen las hormigas de mis dedos

creando un hormigueo en el hormiguero de tus caderas.

Ten cuidado con mis sombras,

si te ven querrán llevarte al lado oscuro.

Vamos a ahuyentar la salida

y a quitarle las pilas al reloj

para simular que el tiempo se ha parado.

Sólo una cosa más;

hazme un favor, te lo suplico...

Espanta a mis fantasmas.

Espanta a mis fantasmas,

quítame a esos fantasmas

que vagan por mi vida

en forma de suplicio

haciendo que yo camine

por el borde del precipicio

estando a punto de caer al vacío.

Sí, bromea todo lo que quieras:

pero quítamelos

empezando por descalzarte.