Sonia Sotomayor es una mujer latina de 63 años, de padres puertorriqueños. Es jueza de la corte Suprema en Estados Unidos y representa una muralla difícil de derribar para Donald Trump en sus políticas antimigratorias y en la validez judicial de pruebas obtenidas por medios no legales.

La historia de vida de esta mujer es un ejemplo de superación: hija de padres inmigrantes, nacida en un barrio de viviendas de protección oficial, perdió a su padre alcohólico cuando tenia 8 años. Su madre la sacó adelante a ella y a su hermano (en la actualidad, un reputado médico), trabajando duro para darles una educación y un futuro digno.

Ahora, Sonia Sotomayor es la primera mujer de origen hispano, (y la tercera mujer de la historia estadounidense), que ha ingresado en la Corte Suprema. En un país de oportunidades como Estados Unidos, Sonia entró en la Universidad de Princeton, cuando todavía hacia poco que permitían el acceso a mujeres y apenas había estudiantes hispanos en las aulas universitarias. Se graduó primera de su promoción y se doctoró poco después.

Las dificultades encontradas en su camino como mujer e inmigrante nunca han mermado su tenacidad para conseguir sus objetivos. Sin embargo, no cree en «el sueño americano» y opina que el éxito no siempre es cuestión de mérito, porque dice: «Todavía quedan muchas barreras por derribar».

Sotomayor se considera una persona comprometida con los derechos de las minorías de su país, apoya el matrimonio homosexual y el Obamacare, un programa aprobado en su día por el presidente Barack Obama que facilita el acceso a la sanidad de los ciudadanos más desprotegidos.

En un país de oportunidades, y a pesar de sus logros como mujer e hija de padres inmigrantes, Sotomayor ha sufrido en sus propias carnes la desigualdad de género que persiste en Estados Unidos, cuando sus compañeros barones de la corte Suprema la suelen interrumpir y se niegan a escucharla. Sin embargo, nunca consiguieron callarla ni entonces ni probablemente consigan hacerlo ahora.