Estimado tío:

Le mando esta carta para que sepa que estoy bien. Llegué a mi destino sin ningún contratiempo. Siento no haber podido escribirle antes, pero si no lo he hecho es porque he estado realmente ocupado estos días. Llegué a la ciudad de Toledo hace ya una semana. Durante este tiempo me he reunido con algunos de los nobles más importantes de la capital, para poder hablarles así del asunto por el cual vine aquí. Pero como usted ya está enterado de esto, no voy a perder el tiempo explicándole los motivos por los que debo hablar con ellos. Sin embargo, le escribo para que sepa que todo va según lo previsto; de momento, la mayor parte de los nobles con los que he hablado están de acuerdo y quieren colaborar con nosotros.

A parte de mis reuniones también he querido visitar un poco la ciudad. Como ya sabe, me gusta dar largos paseos disfrutando de los lugares y de la gente. En uno de mis largos paseos por las desconocidas calles de Toledo topé por casualidad con un chico joven. Tenía más o menos mi misma edad, pero no era de nuestra misma clase social. Me dio un poco de lástima, así que decidí invitarle a desayunar, para que así descansara un poco. Él aceptó encantado. Estuvimos hablando durante toda la mañana y, sin ninguna duda, fue una mañana muy bien aprovechada. El chico hablaba bastante y, en poco tiempo, me contó quién era. Por lo visto, era un joven llamado Lázaro de Tormes. Como yo creía tenía más o menos mi edad, pero su vida no había tenido nada que ver con la mía. Yo he crecido con una buena familia, con el cariño de unos padres y las comodidades que merece alguien de mi posición social. Él, sin embargo, creció entre desgracias. Siendo muy joven tuvo que separase de su madre, habiendo fallecido su padre años atrás. Pero lo peor de todo es por lo que ha tenido que pasar junto a sus amos. Solo conoce la mentira, la hipocresía, la injusticia, la venganza, el hambre... Por eso mismo no puedo juzgarle, ni yo ni nadie. Nadie tiene derecho a juzgar sus modales, su manera de actuar y de pensar o su forma de comportarse. Después de todo lo que ha tenido que hacer y soportar para sobrevivir, no le culpo por ser así.

Realmente digo que me dio lástima. Ya no por lo que había sido su vida hasta ahora, sino por su situación actual. Trabaja de criado para un capellán. A mí, sinceramente, las condiciones en las que trabaja me parecen realmente injustas. Pues bien, él dice que está más feliz que nunca. ¿Feliz? ¿Cómo puede estar feliz alguien viviendo como él vive?

Su respuesta a mi prefunta fue sencilla. Porque ahora no pasa hambre e incluso puede ahorrar algunas monedas. Cree que dentro de unos dos o tres años podrá comprarse ya ropa usada. Su trabajo, no te lo he mencionado antes, es el de aguador. Y a pesar de ser uno de los oficios más bajos y peor pagados, Lázaro dice que está en el mejor momento de su vida; y que está seguro de que pronto conseguirá subir, aunque solo sea un poco, de posición social.

Desde el día en el que conocí a este pobre chico, no he podido dejar de pensar en nuestra conservación. No dejo de darle vueltas a cómo es posible que la vida de dos jóvenes de la misma edad pueda llegar a ser tan diferente.

Yo nací y crecí en una buena familia, sin preocuparme jamás por no poder comprarme ropa y, muchísimo menos, por no tener nada de comer. Él ha tenido que pedir limosna para no morirse de hambre, cosa que nunca ha pasado por mi cabeza. Desde que era pequeño, yo he aprendido y estudiado junto con importantes maestros que me han enseñado todo lo necesario. Él nunca ha podido hacer eso; ha aprendido a base de golpes y necesidad. Me habló también de su primer amo, un viejo ciego al que a pesar de odiar en su día, ahora recordaba con cariño, pues le enseñó muchas cosas que le han ayudado a salir adelante.

Yo soy el noble para el que muchos sirven. Él es el criado que sirve a sus amos. Y por ello, vivimos en mundos muy distintos. Él solo es capaz de ver lo peor del mundo, la parte mala de la gente... Y no puede culparle por ello. Pero desde que el mundo es mundo, como mis maestros me han enseñado, ha habido amos y criados. Ha habido gente como yo y gente cómo él. Eso es así, y nadie puede cambiarlo.

Bueno, y ya me despido. Espero que usted también esté bien. Pronto recibirá más noticias.

Un saludo.