No han leído mal. Desde la ilustre Jane Austen hasta el imponente y ficticio Henry Jekyll fueron vistos el lunes 18 de diciembre desfilando por las calles de Zaragoza. Tras interrogar a varios trabajadores, hemos conseguido descubrir el porqué de este suceso y todos los detalles de su estancia, que a continuación les contaremos.

Se ve que estos variopintos símbolos de la literatura fueron invitados al Edificio Pignatelli, actual sede del Gobierno de Aragón. Su ruta comenzó en el primer patio, donde Oliver Twist tomó la palabra. El complejo había sido conocido en sus orígenes como Real Casa de la Misericordia, construido con el fin de refugiar a niños y ancianos pobres y desamparados del aciago siglo XVI, así que no es de extrañar que Oliver Twist viviera con emoción la visita, como niño huérfano que fue.

La zaragozana Pilar Sinués revivió con felicidad el toque de las campanas que escuchaba cada mañana desde su cercana escuela. La escritora no pudo contenerse y habló sobre sus sentimientos ante la belleza del inmueble adaptado a los nuevos tiempos ya que, viéndose acompañada de colegas de tan diversas nacionalidades, se sentía en parte anfitriona. En la actualidad el Edificio Pignatelli es un auténtico lugar multiusos, con una decoración cuidada al detalle y una formalidad aparente en cada uno de sus trabajadores y pasillos.

Una vez que subieron las escaleras, se toparon con El hombre que fumaba ideales de Jorge Gay, del cual predominan muchas obras en esta edificación. Este cuadro desató el interés de Charles Baudelaire y Oscar Wilde. Asimismo pudieron contemplar el primer cartel anunciante de las fiestas de San Jorge y una colección de caricaturas: Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados, del dibujante José Luis Cano. Nuestros visitantes no se pudieron resistir y se hicieron una foto junto a la caricatura del filósofo zaragozano Avempace (no sabemos muy bien el porqué).

Siguieron con la visita, y la escritora romántica Gertrudis Gómez de Avellaneda sacó a la luz sus conocimientos legendarios y advirtió a sus ingenuos acompañantes que tuvieran cuidado, que se decía que habitaban fantasmas allí donde pasarían toda la mañana. Qué ironía, ¿verdad?

Anduvieron arrastrando sus coloridas faldas y sus extravagantes pajaritas hasta que llegaron a un pasillo desde el cual podían apreciar el interior de la iglesia. Se quedaron ensimismados ante esa increíble bóveda que alumbraba todos los recovecos de la estancia. Tras dejarla atrás, entraron a la Sala de los Escudos, donde pudieron observar las sorprendentes paredes adornadas con los emblemas correspondientes a los insignes municipios de Aragón. Cuesta pensar que en sus orígenes la dependencia fuera un estanco. Leopoldo Alas y Benito Pérez Galdós pronunciaron aquí unas cálidas palabras rememorando sus respectivas estancias en Zaragoza.

Luego conocieron la sede del 112, el Centro de Emergencias, que cuenta con personal muy cualificado las 24 horas del día y los siete días de la semana. ¡Se reciben más de 650.000 llamadas al año! Seguidamente, se dirigieron a ver la fachada bizantina y grandiosa de la Sala de la Corona, que curiosamente pertenece al siglo XIX, tras quedarse impregnados de la tranquilidad del segundo patio.

Subieron más escaleras y pasaron a la ‘zona VIP’, en la que se encuentra la Sala del Consejo, donde el presidente y los consejeros y consejeras se reúnen cada martes, así como la Sala de Columnas, en la que se celebran muchos actos con gente importante de Aragón. Sus innumerables ojos divisaron el gran cuadro colgado encima de la escalinata, realizado por Jorge Gay. Les impresionó el homenaje que hacía a la superación de guerras, la tolerancia, la luz de la sociedad, etc. Al bajar se quedaron admirando la estatua de Ramón Pignatelli y, de repente, el presidente de Aragón pasó por detrás de ellos. Algunos lo conocieron, otros no sabían ponerle nombre. Sin embargo, lo más importante aquí es lo que debió de pensar el presidente al divisar a un grupo de personas ataviadas con trajes de otro tiempo.

Llegó la consumación de su visita, el jardín exterior. En este escenario mágico, donde la hierba y las margaritas comparten protagonismo con los pájaros que cantan por el vivaz verde de los árboles, la ilustre Emilia Pardo Bazán puso punto y final a esta locura espacio-temporal con unas bellas palabras de agradecimiento por la hospitalidad recibida. Tras unos minutos de conversación, las personalidades literarias se despidieron de nuestra época y retornaron a sus respectivos hogares, en el memorable siglo XIX. Una centuria clave en el desarrollo de la literatura. Esto es todo lo que podemos contarles acerca de este curioso incidente, que quizás no sea tan disparatado como imaginamos.