Era un domingo por la mañana normal pero, cuando abrí la puerta, me encontré al que días después iba a ser mi peor enemigo. Era un hombre ancho de hombros con traje negro, me sacaba unas cinco cabezas y tenía unas gafas de talla XL por lo menos. Me miró con una leve sonrisa, parecía majo o al menos eso creía yo. Se acercó a mi madre y se sentaron en el salón. Hablaron durante horas y cuando se fue, mamá se puso a dar vueltas y vueltas. Me cogió en brazos mientras decía: laseriñpghñasjñetughsdriadehfrguo. Yo no entendí lo que dijo, pensé en preguntárselo y lo hice. Ella me respondió cantándome una nana. ¿Tú entiendes por qué?