Los alumnos del Taller de Lengua de 2º de la ESO del IES La Azucarera realizaron unos microrrelatos sobre maneras originales de utilizar un instrumento tan simple como una cuerda.

La cuerda estaba en la calle. El hombre la cogió y fabricó figuras. Entonces decidió crear un teatro con ellas para enseñar y divertir a los niños. (Alejandro)

Cuando casi estaba arriba, se soltó. Caía a gran velocidad, pero sus reflejos le salvaron la vida. Tuvo tiempo de agarrarse a la cuerda. (Arturo)

Las cuerdas del violín son la comba de un sinfín de notas. (Sheila)

En un país muy lejano, hubo una princesa que encontró una cuerda muy larga. Saltó alrededor de ella y tuvo una idea: inventar la comba. (Zeyu)

El viajero estaba perdido en la selva, no tenía escapatoria si no lograba subir aquella montaña. Una cuerda agarrada a un árbol le dio la solución. Ya en la cima, pudo ver el camino llano que llegaba hasta ese punto. Había arriesgado inútilmente su vida. ¡Cosas del destino! (Iván)

Los guerreros cayeron en las trampas que los contrincantes habían fabricado con cuerdas especiales y resistentes. Sencillo pero eficaz. (Daniel)

De repente el títere o mago de las cuerdas echó a correr. La policía lo siguió un buen rato. Los diamantes que el titiritero había robado estaban escondidos dentro de ese muñeco. El títere respiró. Al fin era libre... ¡y rico! (Aitana)

Una cuerda se encontró a una niña y quiso jugar con ella a la comba. Estas cosas pasan en el mundo al revés. (Micaela)

«Cuerdas. Nunca las he necesitado, nunca me he fijado en ellas, demasiado trivial. Pero ahora las necesito. Las cuerdas pueden atar a personas, crear lazos. Sí, en estos momentos necesito una cuerda que me ate a la vida, pues no me siento unido a ella. Tengo que cambiar, ya sé. Ella es mi cuerda, la que ha cambiado mi rumbo. Me agarraré a mi cuerda y quizás tú, lector, puedas agarrar algún día a la tuya». Y así decía aquella antigua carta, una reliquia familiar. (Víctor)