Hace muchos años, en un pequeño pueblo de Aragón, estaban jugando un grupo de niños explorando los alrededores del pueblo. Sus padres se lo habían prohibido, ya que años atrás, un grupo de chicos haciendo lo mismo desapareció y solo consiguió escapar uno. La gente del pueblo creía que este acontecimiento tuvo lugar en una casa abandonada a las afueras del pueblo, cuyo propietario, un solitario pastor, misteriosamente había enloquecido y aparecido muerto frente a su chimenea con un libro abierto sobre sus piernas, un 20 de febrero.

Los chicos decidieron ir a explorar. Entraron en la casa, el suelo chirriaba a consecuencia de la madera carcomida. Sin decir una palabra, inspeccionaron todas las habitaciones en busca de objetos valiosos. Uno de los chicos encontró una pequeña caja de música y decidió abrirla; sonó una preciosa melodía que lo embaucó y se la guardó para enseñársela a sus compañeros. Nadie prestó atención, así que decidió llevársela a su casa. Todas las noches la abría y observaba a la preciosa bailarina que surgía de la caja mientras escuchaba la canción. Pasó el tiempo y el chico dejó de hablar, de ver a sus amigos e incluso de salir de su habitación. Se acercaba el 20 de febrero, y el grupo decidió ir a verlo, pero no lo encontraron en su habitación ni por el pueblo, así que decidieron ir a la casa abandonada. Entraron en la casa y vieron una tenue luz que salía del salón. Fueron a ver qué era y encontraron a su amigo sobre el sillón, mirando fijamente a la chimenea, donde ardía la caja de música. Sobre sus piernas, sostenía un libro abierto por una página que decía: «Fue ella».