No,

no quiero ahogarme en lágrimas

porque nunca sé a ciencia cierta la forma que tiene una gota.

Tampoco sé si lo más cierto puede llamarse ciencia,

o si hay balas en la recámara del olvido.

No sé de la existencia de un buen libro

que deje abiertos sus capítulos,

por miedo a un final, a un final inesperado

o porque la editorial haya cerrado.

No,

no debo creerme tus palabras aunque tus labios hagan malabares con mis ideas,

no sea,

que un mal día,

nos dejemos la ventana abierta

y una ráfaga de viento arranque de cuajo tus promesas.

No creo que todo el tiempo

esté guardado en un reloj,

ni que la arena guarde los poemas.

Tampoco creo que todos los gatos sean pardos,

seguro que por lo menos hay uno,

solo uno,

que espera que la Luna haga bien su trabajo

y enlace su sombra con la de alguna gata que no sea parda.

No me creo las canciones de melodía poco pegadiza.

Tampoco me creo que tus ojos de gata no reflejen

al menos una de las siete vidas que aceptaría vivir contigo.