En el límite de la libertad

(Alejandro González. 2º de BTO. Centro San Valero)

Un libro de segunda mano que alcanza un valor aproximado de doscientos euros en Amazon, un rapero que consigue que independientemente de nuestros gustos musicales conozcamos su nombre y una obra de arte que a las horas de ser expuesta logra ser vendida por 80 mil euros y salir en todos los medios de comunicación.

Imagino que, a estas alturas, cualquiera que lea este artículo sabrá a lo que me refiero. Fariña es el libro escrito por Nacho Carretero que el pasado mes de marzo sufrió el secuestro por parte de un juzgado de Madrid tras la denuncia del ex alcalde de O Grove, José Alfredo Bea Gonda, por injurias y calumnias.

En el segundo caso, se trata del rapero mallorquín José Miguel Arenas conocido como Valtonyc que el pasado mes de febrero recibió la ratificación de su condena a tres años y medio de cárcel por parte del Tribunal Supremo por un delito de injurias a la Corona y enaltecimiento del terrorismo y amenazas en la letra de sus canciones.

Y en el último caso, se trata de la obra Presos políticos en la España contemporánea del artista Santiago Sierra. En esta obra se recogían imágenes de ciertos líderes políticos del proceso catalanista que ahora están en prisión y los cuales el artista tachaba de presos políticos. La obra fue retirada a las horas de su estreno por resultar políticamente incorrecta y para evitar polémicas.

Estos hechos que algunos tachan como «golpe a la libertad de expresión» y que otros defienden con la postura de que no todo es válido, nos hacen reflexionar: ¿Es todo realmente válido en nombre de la libertad de expresión?

En los casos anteriores considero que las medidas que se han llevado acabo resultan algo severas y desproporcionadas. No obstante, de alguna manera esas obras sí debían ser sancionadas, de demostrarse que son ciertas las acusaciones que recaen sobre ella.

En esta línea, en los últimos tiempos el debate más repetido alrededor del uso de las redes sociales es el del derecho que tenemos de ejercer nuestra libertad de expresión a través de ellas y su repercusión en los demás. Muchos internautas utilizan el anonimato que ofrecen para expresarse de manera abierta y sin tapujos de lo que piensan, incurriendo en muchos casos en injurias o calumnias.

Es en ese tipo de circunstancias en las que considero que no todo es válido amparándose en el derecho legítimo de libertad de expresión.

A veces se hace difícil discernir el límite entre lo legítimo y lo ilegítimo; es en ese margen tan pequeño en el que deberíamos ser más críticos como sociedad, rechazando los impedimentos que atenten contra nuestra libertad de expresión y castigando aquellos comportamientos que afecten mediante injurias y calumnias a la dignidad de otras personas.