La pirámide alimentaria o nutricional es un gráfico en el que se expresa de manera clara y sencilla con qué frecuencia semanal debemos consumir ciertos productos para llevar a cabo una alimentación sana y variada.

En la base de la pirámide se encuentran los hábitos de vida saludables, como son por ejemplo la actividad física diaria (en función de las posibilidades y capacidades de cada uno), el equilibrio emocional, el balance energético y la ingesta de, al menos, litro y medio de agua al día. En función de la actividad física o del gasto energético que se lleve a cabo habrá que controlar los hidratos de carbono, que son fundamentales e imprescinbles, pero como todo, en su justa medida. En este grupo se encuentran, por ejemplo, el pan, la pasta o arroz integral. Los huevos también entran en este apartado a pesar de ser proteínas.

A diario, con una frecuencia de unas 4-5 veces al día, se encuentran las frutas, verduras, hortalizas y aceite de oliva, que son claves para la alimentación. La leche y sus derivados también son importantes, pero hay que consumirlos con menos frecuencia, un par o tres de veces al día y sin abusar de las cantidades. En el caso de las legumbres, las carnes blancas y los pescados, lo recomendable es ir alternando entre ellos y consumir entre una y tres raciones al día.

A partir de aquí, todos los productos están catalogados como ocasionales, opcionales y con moderación. Aquí se encuentran las carnes rojas, los embutidos y los elaborados; así como las bebidas azucaradas y fermentadas. Con menos frecuencia de consumo se encuentra la mantequilla, los elaborados industriales de bollería y los dulces como pasteles, caramelos o chucherías.