El bullying, por desgracia, está muy presente en las aulas. Además, existe mucho más de lo que se conoce, lo cual es preocupante a la par que negativo y es preciso combatirlo y erradicarlo de raíz, yendo a la base del problema. Resulta paradójico que se dé en un entorno educativo como es el colegio o el instituto y que este comportamiento tenga que ver, precisamente, con la educación. Sin embargo, por suerte y con trabajo, se puede evitar (que es lo ideal) o, en su defecto, erradicar el bullying y todas sus formas.

David Ramírez, psicólogo sanitario e investigador de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra, ofreció una conferencia el pasado 26 de octubre en el Hotel Palafox de Zaragoza llamada «Bullying: ¿Un problema de niños?». La respuesta, sencilla y directa, es que no. Es cosa de todos. «Muchas veces se piensa que el bullying o acoso escolar es una cosa de niños, que no tiene mayor importancia porque los niños siempre se han peleado entre ellos o se han dedicado bromas para divertirse. Esta es una idea equivocada, es responsabilidad de los padres educar a los niños y darles ejemplo para que se respeten y evitar ese tipo de agresiones, así mismo es responsabilidad de los profesores no ser cómplices de ese maltrato ‘tapando’ el problema para que no afecte al prestigio del centro escolar o quitándole importancia», explica Ramírez. Además, hay que combatirlo cuanto antes porque sino «las repercusiones, secuelas y heridas psicológicas, si no son tratadas a tiempo, perduran hasta bien entrada la edad adulta y así lo vemos en consulta con más frecuencia de la que quisiéramos».

Pero antes de nada, ¿qué es el bullying o acoso escolar? Para el experto, «es un maltrato del tipo físico, verbal, psicológico, social o sexual que ejerce un individuo o grupo, generalmente en edad escolar, sobre otro u otros individuos en al ámbito escolar, por un periodo prolongado de tiempo causando un malestar significativo en la vida del que lo sufre y ocasionando un cierto deterioro en el entorno de la víctima y del agresor». Entre sus tipos, hay muchos. El más común es el bloqueo social, en el que el acosador intenta aislar y marginar a la víctima. Después viene la manipulación social, que comprende la ridiculización y humillación delante de sus compañeros; la exclusión social, con insultos, hostigamiento, coacción para hacer cosas indeseables, intimidación, amenazas y, por supuesto, la violencia física directa e indirecta (que comprende desde romper pertenencias de la víctima a robárselas, por ejemplo).

El papel de los padres es fundamental porque los pequeños imitan lo que ven en casa. Por eso, es primordial «que sus hijos se conviertan en los acosadores intentando que no vivan un ambiente agresivo o violento en casa, es decir, si los niños ven a sus padres gritarse o insultarse entre ellos, o reírse de otras personas, tenderán a copiar esas actitudes y a repetirlo con sus compañeros de clase si tienen ocasión. Este principio viene marcado por la teoría del aprendizaje social de Albert Bandura», explica Ramírez. Además, también hay que controlar que en la televisión, videojuegos o redes sociales estén muy expuestos a la violencia «porque lo interiorizarán como algo normal». Además, el psicólogo explica un aspecto muy interesante (que no tiene por qué ser negativo) sobre la sociedad. «A menudo los modelos que nos plantea como gente de éxito implican un cierto liderazgo donde la agresividad se impone como valor para conseguir la dominación del entorno. Estos valores que a menudo vemos reflejados en el cine, por medio de empresarios, abogados o prestigiosos líderes se interiorizan y van cambiando nuestra forma de actuar con el entorno». Por ello, agrega, «valores como la sinceridad, la humildad, la sencillez y el buen manejo y afrontamiento de la frustración y las situaciones con una alta carga de emocionalidad negativa son claves para la prevención y el afrontamiento no solo del acoso escolar, sino también de otros tipos de acoso como el laboral o el sexual».

En el caso de los profesores, que muchas veces son los testigos más directos del problema, «es importante que estén al tanto de las situaciones conflictivas que se pueden dar en el aula, que no lo escondan y que sean los primeros en denunciarlo y en tomar medidas para evitarlo. Por supuesto también deben ayudar a los padres a educar a sus hijos para que respeten a sus compañeros, ayuden a evitar las situaciones de acoso y en caso necesario defiendan a esos otros niños que están sufriendo el acoso». Así, entre todos, se logrará que los alumnos estén mejor educados y que, precisamente, lo estén en un entorno más amable y sin conflictos.