El 27 de enero de 1945, fue liberado el campo de concentración de Auschwitz. Coincidiendo con esa fecha, las Naciones Unidas instauraron en el año 2006 el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto y Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. En Aragón se celebra desde 2010 por iniciativa de Rolde de Estudios Aragoneses y de la Amical de Mauthausen. Este año, el Palacio de la Aljafería fue escenario de un acto en el que intervinieron representantes de los colectivos perseguidos por el nazismo, familiares de republicanos aragoneses que tras su derrota en la guerra civil española, se vieron abocados a la deportación y el exterminio, y también de distintos centros educativos, entre ellos el IES La Azucarera. Nuestros alumnos elaboraron y leyeron un emocionante texto en el que demostraron que las generaciones tan jóvenes no olvidan tan terribles hechos y no quieren que se repitan bajo ningún concepto.

Una palabra: holocausto

Describe una gran matanza de personas con el fin de acabar con ellas solo por el hecho de ser como eran como los judíos o los gitanos, por lo que hicieron como activistas políticos o por lo que no quisieron hacer como objetores de conciencia (testigos de Jehová). Arrinconados, juzgados, transportados, asesinados por el simple hecho de ser ellos mismos. Ser diferente es algo único y cada uno debería sentirse orgullosos de ser como es, de ser diferente.

Como ser humano, que siente tristeza y alegría, que tiene un corazón que late, que me da la vida, no lo entiendo. A este corazón no le cabe que una palabra les haya marcado el destino por las diferencias que les hacían magníficos. No es justo. Me duele el rechazo, la discriminación, la arbitrariedad, el insulto, las torturas, el miedo, la miseria, la muerte... pero no el olvido... porque esas personas siguen siendo un ejemplo de lucha y perseverancia, que tiene que ser recordado, que tiene que ser oído.

En efecto, en este día nos reunimos aquí para recordar las desgracias que sufrieron aquellas personas cuyo destino les condujo al infierno de los campos de concentración, un infierno que se desató en múltiples lugares del mundo en el mismo siglo: en URSS se conocía como gulag, en China como campos de trabajo o incluso los campos de muerte en Camboya y los campos de exterminio, por los que estamos aquí reunidos, el infierno que trajo el III Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Distintos nombres para un mismo lugar, un mismo destino que fue sentenciado a tantos individuos por, como dices, haber nacido con rasgos diferentes: etnia, religión pensamiento o simplemente por llevar gafas, porque esto es de intelectuales...

Lo que tenemos que tener en cuenta y especialmente nosotros como jóvenes que somos los dueños (herederos) del mundo es que estos hechos no fueron obra de ninguna entidad divina sino por la maldad-deshumanización-inhumanidad inherente del ser humano, fue el odio el que llevó a la comisión de aquellos actos, al saludo con los brazos abiertos al caos que sacudió al mundo, a un continente salvaje durante años. Un odio que se propagó en forma de ideologías que dividían el mundo entre buenos y malos, que prometían una brillante utopía para los más devotos.

Si algo se puede aprender de la tragedia del siglo XX, para un futuro que no está exento de amenazas... es que para cambiar el mundo no debes cambiar a los demás, sino cambiarte a ti mismo. Sé que suena inocente-ingenuo pero el cambio a una sociedad mejor es convertirse en personas buenas, al fin y al cabo, palabras que resuenan en la historia durante tanto tiempo…

Haz algo bueno para ti que sea bueno para tu familia, que a su vez sea bueno para tus amigos para tu entorno. Edúcate, lee, aprende, escucha a los demás y… no podremos crear una utopía pero quizás podremos aliviar, aunque sea un poco, el dolor (de vivir) en el mundo, en este mundo, en nuestro mundo, en el mundo de todos.

En definitiva todo se resume en dos palabras: Todos nodosotros, por tanto reflexionemos sobre esto: el pasado está muerto pero la advertencia sigue siendo útil.

Andrea Ferrer y Marta Ruesca (4º de ESO)

Silvia Marqueta y Miguel Mur (2º Bachillerato)