Me llamo Dimitri Pavlov. Os voy a contar lo que viví en mi juventud en la época de la Revolución Rusa. Vivía en San Petesburgo con mis padres, que eran campesinos, y mis cuatro hermanos. Era una época muy difícil, porque lo poco que obteníamos de la tierra apenas nos llegaba para vivir, y además teníamos que pagar muchos impuestos al zar. Todos los campesinos confiábamos en Kerensky, el líder de nuestro partido. La situación era muy tensa y, tras la derrota de Rusia contra Japón en 1905, todos los partidos obreros, campesinos y burgueses fuimos a la residencia del zar a pedir reformas políticas. Hubo varias revoluciones previas donde preparamos cada detalle. Estábamos nerviosos, pero a la vez deseábamos que llegara el día para manifestarnos contra el zar.

Finalmente llegó el 9 de enero. Todas las masas nos dirigimos a la residencia del zar. Éramos cientos de personas allí reunidas. Por aquel entonces yo tenía 18 años y muchas ganas de cambiar la realidad. Pero toda esa ilusión desapareció rápidamente cuando la Guardia Imperial rusa empezó a disparar contra nosotros. Fue terrible. Todo el mundo comenzó a correr desesperadamente, en todas las direcciones, pero era difícil escapar de los tiros. Por un momento me separé de mi familia, y corrí atemorizado en dirección a casa. Conseguí llegar y esperé allí durante varias horas, pero nadie apareció. Los siguientes días sólo se hablaba de eso. Ese domingo, que es recordado como el Domingo Sangriento, murieron cientos de rusos, entre ellos toda mi familia. Desde ese año hasta 1917, trabajé duro y conseguí sobrevivir, a pesar de la hambruna del país.

El 23 de febrero de 1917 hubo otra manifestación, cuyo lema era Pan y paz. No dudé en asistir, aunque el miedo tras lo vivido en el Domingo Sangriento me atormentaba. Pero esta vez fue diferente. El ejécito se unió a la manifestación y el zar se vio obligado a abdicar. Se creó un gobierno provisional dirigido por Kerensky. La falta de autoridad de este gobierno derivó en la formación de soviets por todo el país, que eran agrupaciones de campesinos. Algunos de ellos tenían mucho poder e incluso un ejército propio.

En el año siguiente mejoró enormemente mi día a día y el de todos los rusos en general. En ocasiones, la pérdida de mi familia aún me entristecía, pero estaba convencido de que ellos habrían estado orgullosos de mí por luchar hasta el final. Por aquel entonces, en 1918, Lenin, el líder de los bolcheviques, se hizo con el poder. Yo no sabía lo que me depararían esos próximos años, pero estaba convencido de que seguiría adelante luchando por mis ideales.