El pasado 1 de octubre tuvo lugar en Cataluña el referéndum ilegal por la independencia. Tras varios intentos del Gobierno de Cataluña por realizar legamente esta votación presentándola al Gobierno de España, se vieron obligados a llevarla a cabo ilegalmente tras el rechazo por parte del presidente del Partido Popular. Este avisó que la votación sería ilegal e ilegítima y que acudir a las urnas el día del referéndum sería nadar para morir en la orilla. Así pues, aún a sabiendas de que la votación no pondría en peligro el futuro de nuestro país, decidió reprimir de manera drástica a la gente enfervorizada que estaba siendo manejada por las élites catalanas.

Si describiésemos este día con una palabra utilizaríamos esta, «desastre». Ambas partes no hicieron lo correcto. Por parte de los independentistas, se dejaron llevar por las emociones y las palabras alentadoras de Puigdemont, aferrándose a una idea de libertad que no se podría llevar a cabo de esa forma, además de ganar la batalla moral usando a niños y ancianos como escudo humano para que quedase en evidencia el cuerpo de policía, que, por su parte, se excedió en sus funciones, alegando que estaban cumpliendo con su trabajo, aunque su obligación es proteger a los ciudadanos, tengan la ideología que tengan.

Creemos que, a pesar de la ilegalidad de este acto, la represión policial fue demasiado severa. Esperamos que tras este nefasto día, tanto el gobierno de Cataluña como el de España se den cuenta de sus errores, se sienten a dialogar y se dediquen a buscar lo mejor para el futuro de ambas partes. Nos cuesta ver cómo nuestra nación sucumbe bajo los efectos de esta falsa democracia en la que lo más importante se basa en el capital y se acaba abandonado a las personas. Ojalá ver algún día una España unida en la que predomine la justicia y reine la paz.