Ella es de las que prefieren los versos antes de saber cómo se besa. Ella es de las que beben, no para olvidar, sino para dejar de recordar por una noche que su corazón se está mudando de otro pecho. Ella es la que guarda mentiras, la que esconde verdades, la que frecuenta los bares y siempre te mira cuando la miras. Ella tiene toda una recámara cargada de besos pero... es de las que tienen mala puntería. No sabía que mi corazón tenía un máster en latidos acelerados cuando está cerca.

Ella es jodidamente perfecta. Nadie sabe si se le puede poner una tirita al frío (ese que corta los labios) para que deje de tiritar en una piel que no sea la suya... Pero hay un remedio y es acercarnos.

Ella es la que baila escuchando Sabina por las noches, la que se queda hasta las tantas despierta porque no hay nadie que le diga un ‘te quiero’ de esos que convierten todas las madrugadas en amaneceres de Luna.

Ella cuenta con los dedos de una mano sus amigos verdaderos y siempre, siempre, siempre le sobran seis dedos.

Ella es la que sueña con acurrucarse en un hombro que le sirva de almohada todas las noches de precipicio, sueña con unas manos que le hagan de sábanas y la aparten del frío. Pero lo que ella no sabe, de lo que no tiene ni puta idea es de que me muero por ser su cama. Y arroparla con mis manos, y agarrarme a sus caderas cuando vengan curvas.

Ella tararea la típica canción de Pink Floyd para derribar el muro que la separa de sí misma, y poder seguir con la reconstrucción de su corazón. Ella no quiere cargar con las maletas del olvido, prefiere decirle a la vida que pare, que ella se baja aquí. Y yo, por ella, haría lo mismo; bebería para no recordar, bailaría Sabina por las noches, soñaría con sus hombros... Y cuando por fin nos hayamos acercado, sólo le podría decir: "No te preocupes, no volverás a pasar frío ninguna noche, de eso me encargo yo".