Una luz iluminó su cara, eran las luces blancas de la discoteca; cuando estas se encendieron, él ya sabía que la noche había terminado. Las bebidas espirituosas hicieron que Ulises se tambaleara levemente, debía volver a casa. Al salir de la discoteca miró a ambos lados de la calle como intentando encontrar algún chófer con un cartel que llevara su nombre, pero nadie esperaba. Cuando llegara a casa, Penélope le iba a matar. Llevaba apenas diez minutos caminando, aunque a él le parecían años, cuando, por entre el viento de poniente de la madrugada, sospechoso y juguetón levantó la vista y vio unas luces, el bar Las Sirenas de Calipso, y Ulises pensó: «No pasará nada por una cerveza».