El último logotipo que puede verse en las informaciones y la web de Titiriteros de Binéfar incluye una frase: «40 años armando tinglados». Y es que la compañía prepara varios actos especiales para celebrar a lo largo de este 2018 sus cuatro décadas montando teatrillos y recorriendo medio mundo con sus «moñacos», habiéndose convertido en uno de los grandes referentes del teatro infantil de nuestro país. Estas actuaciones especiales comienzan hoy en la Casa de los Títeres de Abizanda, con la presentación de su espectáculo Chorpatélicos.

«En realidad, los 40 años solo son un paso más, aunque siempre viene bien una excusa para celebrar», dice divertida Pilar Amorós, directora y fundadora de la compañía junto a su pareja, Paco Paricio. Paco es el paradigma de titiritero, cuya vocación surgió ya en época muy temprana. «Paco, de adolescente, acompañaba a un titiritero de San Esteban de la Litera, Gerardo Duat; le ayudaba a montar, a recoger, y ahí se apasionó con ello», cuenta Pilar Amorós, que atiende al teléfono porque Paco está actuando en San Esteban de Litera y sus hijas, también integrantes de la compañía, en Palencia.

DIVERSIÓN Y EDUCACIÓN / Ella, por su parte, asegura que «empecé en los títeres por amor, pues Paco y los títeres iban en el mismo lote». Ambos estudiaron magisterio, y en aquellos tiempos de la transición, «compaginábamos la enseñanza con los títeres, integrándolos en la renovación pedagógica». Eran tiempos en los que actuaban sobre todo en asociaciones culturales y en fiestas de los pueblos pequeños «pues estábamos en plena efervescencia de la democracia» y conseguían así aunar la diversión con la educación, algo que ha sido una de sus señas de identidad.

Así, desde aquel Rey reloj, una fábula sobre la tiranía del tiempo que interpretaban para los niños con tazas y vasos en el molino en el que vivían, pasaron, en 1978, a recorrer los pueblos de la provincia de Huesca de una forma ya más o menos profesional, cobrando 5.000 pesetas por cada función. En 1989, Titiriteros de Binéfar estrenaron, con la Orquestina del Fabirol, una obra emblemática en su trayectoria, El bandido Cucaracha, en la que también quedaba claramente marcado otro de sus valores identitarios, su compromiso con la cultura popular.

Diversión, educación y cultura popular. En definitiva, «poder transmitir y comunicar al público lo que sientes, poder expresarte y poner en ello algo de tu vida tratando de que eso llegue al público, y que ese público se relacione contigo en cada función, pues eso es lo que hace que un espectáculo esté vivo, lo hace especial cada vez que los representas, aunque lo repitas una y otra vez», dice Pilar, quien recuerda que «La fábula de la raposa, por ejemplo, es muy aragonesa, y habla de los pueblos abandonados, pero la hemos representado en Japón y en Nueva York y la gente la ha entendido porque cuenta algo que es real, que te incumbe y además con un lenguaje universal como es el de los títeres».

Y así, el repertorio se fue ampliando y también el área de difusión de sus espectáculos, habiendo hecho disfrutar a niños de más de 40 países. Llegaron también los premios, como el Nacional de la Infancia y la Juventud en 2009 y otros muchos. Y la creación, en Abizanda, de la Casa de los Títeres, para albergar producciones de una manera continuada. Será ahí donde el Jueves y el Viernes Santo llevarán a escena las tres últimas funciones del Bandido Cucaracha, al que han decidido jubilar. «Llevamos representándolo desde 1989 y tenemos en repertorio 14 espectáculos, por lo que hay que ir dejando alguno para dar paso a los nuevos, si no, es muy complicado mantenerlos todos», explica Pilar.

Y es que los Titiriteros de Binéfar, más allá de todos los grupos de música que en estos tiempos los han acompañado en directo en sus espectáculos, ya hace tiempo que no son solo Pilar y Paco, sino que una nueva generación les ha tomado el relevo. Son sus hijas Eva y Marta. «Que conste que el hecho de que haya gente joven en la compañía no significa que a nosotros se nos hayan acabado las pilas», dice Amorós, quien se muestra orgullosa de que sus hijas también se dediquen a los títeres. «Es verdad que lo han vivido en casa desde niñas, pero en la adolescencia se apartaron; no les iba eso de ir de pueblo en pueblo. Luego Marta estudió Filología Hispánica y Eva, Magisterio y Teatro en Barcelona. El caso es que al acabar las carreras se volvieron a enganchar y ahora están entusiasmadas y desarrollando proyectos propios», cuenta.

Asegura también que le sigue maravillando que en esta era de las tecnologías, los niños sigan sorprendiéndose con una cosa tan artesanal como son los muñecos hechos de cartón, «quizá porque lo demás es todo demasiado virtual», y en cuando a la continuidad de la saga familiar alberga esperanzas «de poder enganchar también a los nietos, para mí sería una satisfacción», aunque, por el momento, «lo que hacen es disfrutar de los títeres, como todos los niños».