La isla de Malapascua, en Filipinas, es el lugar donde descansa definitivamente Rafa Angulo. El 27 de abril hubiera cumplido 44 años plateratios, ciento y pico de los vividos realmente. Agitador cultural en su más amplio sentido dirigió MondoSonoro Aragón durante doce años. También perteneció al colectivo Voxcapo y condujo el sello King of Patio mediante el cual apostó antes que nadie por gente como Bigott. Fue, además, socio fundador de El Fantasma Producciones. Tipo de cabeza despejada (de pelo y prejuicios musicales), ponía discos de lo que se terciara bajo el pseudónimo de Rey Mugre, sacado del título de aquella canción de El Hombre Burbuja, grupo admirado por él, principalmente por el talento de su líder, y amigo, Julio de la Rosa.

Como no, me presentaron a Rafa en el calor de los bares, por la noche, desde la desaparecida sala El Sol de Zaragoza. Era el año 1999. Al parecer iba a traer a Aragón la revista MondoSonoro. Me pareció un tipo muy loco. Afortunadamente no tardé en comprobar que lo estaba. A los cinco minutos tenía la sensación de que conocía de toda la vida a aquel calvo tatuado. Me pidió difusión desde el programa de radio que dirigía un servidor por aquel entonces. Así lo hice. Cada mes Angulo explicaba los contenidos de su revista desde la radio y yo escribía cosas para él. Congeniábamos, aunque eso no era difícil tratándose de Rafa. Contaba con una especie de superpoder empático que le hacía capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa.

Adoraba a la gente en general y se llevaba muy bien con los niños. Él también lo era. Le gustaba el contacto físico. Abrazaba y besaba a la gente sin tener por qué venir al caso. Simplemente le apetecía hacerlo.

Vivió su vida, y otras cien más, muy intensamente. Él era intenso. Abrazaba mucho o gritaba más, dependiendo de la circunstancia. Siempre con cariño, he de añadir. Se bebía la vida saboreándola trago a trago pero rápidamente. Por eso mismo, en 2011, daría un giro buscando algo nuevo y partiría a aquella isla. Fue uno de los supervivientes del Tifón Yolanda, el más mortífero en la historia de Filipinas. Allí, en Malapascua, es donde encontró su sitio en el mundo y aunque volvía a Zaragoza a ver a su gente y a trabajar de lo que fuera para ahorrar y regresar pronto, ese era el lugar donde debía pasar el resto de sus días.

Hoy el mundo de la cultura aragonesa en general y de la música en particular están de luto. Su labor en ese campo ha sido muy importante. Sin embargo ahora sus amigos nos acordamos del Rafa de la eterna sonrisa. Del que aportó, más que su talento, su locura, a un mundo tan serio. Del que miraba siempre a los ojos con su mirada clara. Su aportación en lo cultural es ínfima en comparación a lo que nos ha marcado el mero hecho de conocerle y compartir, cómo no, entre una y cien cervezas.

"No es ficción, no es real, Rey Mugre es algo más, Rey Mugre es algo más. Rey Mugre es grande. Es espectacular".