Entre 1975 y 1995 José Antonio Labordeta no faltó ningún agosto en Jorcas, un pequeño pueblo de la provincia de Teruel, un poco dejado de la mano de Dios. En 1975 Jorcas carecía de agua corriente. Las gentes en invierno usaban el agua de lluvia y almacenaban en las casas botijos, cántaros o tinajas. Un día esos chicos, encabezados por un dinámico Luis Ariño, y Lucía Pérez, decidieron que era el momento de moverse para encontrar algún truco, que les permitiese obtener dinero con cierta rapidez. Ese truco no existía.

En todo caso pensaron juntarse en Valencia. Se citaron todos los jorcanos en el Pub Evening, de la calle Joaquín Costa y alguien del grupo comunicó una noticia: "Oye, esta tarde canta Labordeta en Valencia. ¿Y si vamos a escucharle?" Sinceramente, la mayoría de los reunidos desconocía quién era ese personaje. "Sí, es un profesor que estuvo en Teruel", apuntó uno que había estudiado en la capital.

El pequeño grupo se apuntó a escuchar a ese individuo que iba a cantar en el Valencia Cinema, mítico teatro dirigido por el también mítico Vicente Vergara, un periodista con ganas de remover los cimientos de la tan luminosa ciudad-

A mitad del recital, Luis Ariño recibió una inspiración. Vio que la sala estaba a reventar y que el público seguía con pasión todas las canciones de ese señor mayor que cantaba a los leñeros, a los masoveros y a los llegadores de las olivas. Luis se dio cuenta de que el profesor comprendía la esencia de esa tierra abocada a la desesperación por la falta de recursos. Luis comprendió que Labordeta podría entender su angustia...

Al finalizar el concierto fueron en masa a saludarlo. Les atendió en la puerta del camerino, mientras se cambiaba de camisa y se secaba el sudor. Labordeta les sonreía con un cierto paternalismo cuando escuchaba el relato de estos chicos, que vivían en un pueblo donde no había agua corriente y las calles todavía eran de tierra. Como Labordeta estaba solo en Valencia, los invitó a tomar juntos un bocata al barrio del Carmen.

--¿Y exactamente qué queréis? --les preguntó.

--Si pudiera venir a cantar- --sugirió Luis.

--Espera a ver.

Labordeta se aproximó al teléfono del bar, llamó a su representante Lola Olalla que se encontraba en Zaragoza y le contó el proyecto. El 15 de agosto estaba ocupado. José Antonio le pidió que hiciese lo posible por cambiarlo de fecha.

--Vale, el 15 de agosto en Jorcas --les aseguró mientras daba un mordisco al bocadillo de tortilla.

Todos se miraron y se acongojaron. ¿Así de simple? Lucía entendió que era el momento de echarse p'alante y formuló la propuesta angustiosa:

--No le podremos pagar-

Labordeta se sonrió, dejó pasar unos segundos relamiéndose en su tortura y sin mirar a la muchacha le dijo: "¡Vaya, si tienes voz! ¿He hablado yo de perras?"

Labordeta acudió ese año y acudió todos los agostos en las fiestas de la Virgen. Alguna vez nos invitó al resto de colegas, y la Bullonera y yo mismo le acompañamos en el escenario en ocasiones. Nunca nadie cobró. Él sobre todo. Cantó en ese pueblo más de veinte años, la última vez, en 2000. Cada agosto, su cita fue un acontecimiento en la comarca, con la plaza repleta de aficionados. A principios de 1992 murió repentinamente Luis Ariño. José Antonio lo sintió como si hubiera perdido a un joven pariente. El 19 de septiembre de 2010 se fue José Antonio Labordeta para siempre. Jorcas estuvo de luto interior todo el mes. Desde el pueblo enviaron 20 rosas. En abril habían plantado un árbol en su memoria y se lo comunicaron. Labordeta siempre perteneció a Jorcas y Jorcas llevó siempre en el recuerdo la figura de aquel profesor que conocieron en Valencia. Desde entonces, el pueblo tiene agua corriente.