Aguaviva es un pequeño pueblo de Teruel situado a 20 kilómetros de Calanda, ejemplo claro de muchas villas peninsulares cuyo despoblamiento ha sido noticia en los últimos años. Además, Aguaviva es el título del documental que ha obtenido el premio del público en el Festival de Málaga de este año y que narra el transcurrir de los días en esta localidad de unos 700 habitantes.

La peculiaridad de Aguaviva es que desde el verano del 2000 ha recibido familias procedentes de Argentina, Chile, Uruguay y Rumanía, gracias a un plan de repoblación que puso en marcha el alcalde y que ofrecía un contrato de trabajo para cada cabeza de familia y un alquiler que se adecuara a sus posibilidades. Sin embargo, el edil no contó con la opinión de los 598 aguavivenses; estos, por una parte, estaban felices de ver su escuela llena de niños, pero por otra sentían cierto temor a que sus costumbres pudieran verse relegadas a un segundo plano.

Para Ariadna Pujol, que se estrena como directora de largometrajes con este documental, lo fundamental era reflejar el "impacto humano de una iniciativa tan arriesgada y profundizar en cómo se sentían inmigrantes y lugareños ante la experiencia que se habían visto abocados a compartir". "Al principio estaba obsesionada con mostrar su convivencia --explica Pujol--, pero pronto me di cuenta de que se trata de dos comunidades que comparten un espacio común pero sin interactuar entre ellos". Además, añadió que la cinta "admitía un enfoque marcadamente social" pero se ha centrado en el plano emocional porque "es la óptica con la que miro el mundo".

El rodaje, realizado después de un año y medio de extenso trabajo de campo, tuvo como protagonistas a los propios habitantes de Aguaviva que fueron elegidos mediante una especie de "casting intuitivo rodado con una pequeña cámara".

SECUENCIAS IMPROVISADAS Según afirma la directora, una de las prioridades era "procurar conservar la espontaneidad, sintonía y complicidad que se había establecido previamente", ya que muchas de las secuencias fueron completamente improvisadas y "surgieron porque los propios protagonistas quisieron". De hecho, Pujol ha intentado seguir manteniendo el contacto con todos ellos porque consideraba básico que "no se sintieran utilizados" tras rodar el filme.

Finalmente fueron elegidos una familia argentina que monta un restaurante a las afueras del pueblo, una madre chilena con cinco hijos que espera la llegada del padre que se ha quedado en su país y una de las ancianas viudas que se resisten a abandonar sus casas. Tomándolos a ellos como hilo conductor, y haciendo hincapié en el plano emocional, la película, que se estrena el viernes, aborda también el tema de la soledad, el desarraigo, la vejez y el miedo por un futuro que, inevitablemente y debido a la falta de instalaciones, parece mostrarse alejado de las zonas rurales.