El Festival de Málaga cerraba ayer la competición oficial con Los exiliados románticos, el tercer largometraje del hijo de Fernando Trueba, Jonás (Madrid, 1981), una deliciosa road movie marcada por el sello de autor de su responsable, que nos embarca en un viaje entre tres amigos, de ruta veraniega por diferentes ciudades francesas en las que cada uno de ellos se reencontrará con alguien especial que ha formado parte de sus vidas.

"Esta película me ha pillado por sorpresa. Estaba preparando otro trabajo y me encontré con esta idea por el camino, y casi de forma impulsiva decidí rodarla", nos cuenta el realizador. Y en cierta manera, este carácter casi improvisado le ha aportado a su cine un aire de frescura, de libertad creativa que la convierte en una obra que nos descubre a un director luminoso, que sigue utilizando las herramientas cinematográficas desde un punto de vista muy intelectual pero que por fin a través de ellas consigue contar una historia cercana y vital.

El director parece retrotraerse al pasado para adaptarse a las inquietudes del presente. Y, en ese sentido, es inevitable pensar al ver a los personajes paseando y hablando de sus diatribas sentimentales por los parques, en el cine de Eric Rohmer. "Me lo habéis dicho todos los periodistas, pero no creas que estaba en mi cabeza cuando lo rodé. Rohmer se ha adueñado de ese universo específico, pero un pardillo como yo no se puede comparar con él".

El director vuelve a utilizar multitud de referencias literarias y musicales a la hora de construir la ficción. La película comienza con una cita y durante el desarrollo de la trama se insertan varias actuaciones. "Es una de mis mayores búsquedas personales", dice.

Los exiliados románticos nos acerca a las diatribas sentimentales de una serie de personajes que se erigen en representantes de una generación desorientada y soñadora. Que se de alguna forma tiene que exiliarse, no por ninguna cuestión política o económica, sino para ir en busca del amor. Seres ilusorios que tienen miedo a enfrentarse a los retos que les impone la realidad, y que realizan ese viaje exterior e interior para avanzar y crecer. Es una obra pequeña que funciona como un esbozo de minúsculas miserias y tragedias".