De vez en cuando un creador, un escritor, en este caso, echa la vista atrás y rescata una porción del pasado. Es lo que acaba de hacer León Arsenal al someter a catarsis a su infancia y ofrecernos Aquellos fabulosos veraneos (Edaf), un libro que se lee con la memoria abierta y la sensación de que la brisa del mar se cuela por las ventanas de los recuerdos.

Lo más hermoso de este volumen es, precisamente, lo hermosos que fueron aquellos fabulosos veraneos de los años sesenta para los niños que nacimos en el tardofranquismo, en un régimen que no nos sería revelado en su crudeza hasta poco antes de la muerte de Francisco Franco, cuando la ausencia de libertades elementales se solapaba a la impaciencia y al ímpetu de la adolescencia.

Por entonces, en el mes de julio, ya habíamos subido en aquel Seiscientos con la baca cargada como si fuésemos al Sahara para sumergirnos en aguas del Mediterráneo o del Atlántico, entre sombrillas, toldos, hamacas, fiambreras y vendedores de barquillos de las playas del milagro español, Cádiz, Benidorm, allá donde el sol y la música espantaban cualquier mal pensamiento que no tuviera que ver con las suecas de fina piel y finísimos biquinis.

Aparecerían el Dúo Dinámico, Marisol y Alfredo Landa, por supuesto, nuestro James Bond de terraza y chiringuito, rodeado de esculturales bellezas con seudónimos de divas del cine francés, pero en realidad de Canillas o de Hortaleza, barrios donde León Arsenal creció como se crecía en los 60, jugando en las calles con la chiquillería, las rodillas despellejadas de saltar al churro va y practicar las canicas o el juego de chapas. A menudo, las familias españolas, tan apañadas, combinaban las playas con el retorno al pueblo, donde la vida rural estaba plenamente vigente, los curas hablaban en latín y las abuelas descabezaban los pollos con un diestro golpe de cuchillo afilado a la piedra.

Para los que se quedaban en las ciudades se abrían los cines de verano, con sus terroríficas sillas, y los primeros pubs y locales de conciertos, donde se podía escuchar a los Rolling.

Un viaje lleno de encanto y color a unos años que nunca fueron en blanco y negro y que ahora León Arsenal, en una magnífica edición, enriquecida con fotografías, carteles y postales, nos invita a revivir sin nostalgia ni pena, con una suerte de rescatada felicidad.