Considerado uno de los mejores violinistas del mundo, Ara Malikian, libanés de origen armenio y residente en España desde hace más de 15 años, es popular no solo por su virtuosismo con el instrumento sino por sus proyectos para acercar la música clásica a nuevos públicos. Hoy actúa, con las entradas agotadas desde hace semanas, en el Auditorio de Zaragoza con su Orquesta en el Tejado, para presentar su espectáculo Las ocho estaciones.

--El espectáculo que ofrece se llama Las ocho estaciones, cuatro son las de Vivaldi y las otras cuatro, las porteñas de Astor Piazzolla. ¿Cómo se integran en un concierto obras con 250 años de diferencia?

--Es verdad que sólo tienen en común el título, pero son complemento la una de la otra. La obra de Vivaldi es puro barroco, muy descriptiva, mientras que la de Piazzolla es contemporánea, más emocional, con armonías más amplias. Eso es lo interesante del espectáculo.

--De todas las formas, esa mezcla de culturas y de estilos musicales es un sello de su identidad. (De hecho incluye en su trayectoria desde colaboraciones en discos de flamenco o de rock).

--Hace un año creamos la Orquesta en el Tejado precisamente con la intención y las ganas de dar una dimensión diferente a la música. Cuando toco solo música clásica en orquestas o como solista a veces me siento frustrado, limitado, hay demasiadas reglas y pautas. Yo quería disfrutar la música y hacer cosas que en esos conciertos están prohibidas, como movernos, estar de pie, tocar de memoria y abordar un repertorio amplio sin prejuicios, desde la clásica hasta el rock. Por ejemplo tras las Estaciones haremos propinas con cosas muy diferentes.

--Más allá de su innegable calidad artística, usted se ha hecho muy popular por estos proyectos de acercar la música clásica a gentes que quizá de otra forma no irían a un concierto por esa imagen elitista y seria que tiene. ¿Cuándo vio la necesidad de abordar esta tarea?

--La verdad es que en ningún momento pensé en hacer cosas para romper o ser popular; con el tiempo y el crecimiento profesional comencé a interesarme por otras cosas. Mi enseñanza es básicamente clásica, pero me interesé por otras culturas y géneros musicales y eso me ha ayudado a crecer. El peligro de un músico es entrar en una rutina, hacer lo mismo toda la vida y dejar de crecer. Además, soy consciente de que hay que hacer las cosas con alegría para saber transmitirlas al público; estoy convencido de que es la forma de hacer llegar la clásica a todos los públicos porque si alguien no conoce algo no puede gustarle, y eso me entristece. Por eso hay que ayudarle a disfrutarlo, hay que darle esa oportunidad.

--Por lo que dice, ve entonces que la música clásica se ha quedado encasillada y estancada.

--Absolutamente; es lo que creo. La música clásica ha dejado de crecer y evolucionar en los últimos 100 años y eso le ha llevado a perder público. El arte no tiene fronteras y hay que abrirse; es una pena ponerlas a la clásica cuando para Mozart o Bach no las había. Estancarse solo puede ser dañino.

--Hablando de fronteras, usted también las ha roto con su imagen, que en nada se parece a la que todos tenemos del músico de clásica. ¿También es parte de la estrategia para llegar a la gente?

--No. Soy como soy. Un artista debe mantener su personalidad, no cambiar o ponerse un disfraz por tener que tocar clásica; soy así, nací así y no me esfuerzo por ser así ni por ser diferente.

¿Y qué dicen los puristas?

--En el escenario se debe ser como se es en la vida real y transmitir lo máximo. Mi imagen puede gustar o no, pero yo interpreto la música clásica con respeto y amor a ella, con una entrega al 100%. Lo importante es que a quien la escuche le llegue a convencer.

--Bueno su imagen es una mezcla de músico de rock y científico loco. ¿Qué hay de ambas cosas en Ara Malikian?

--Si me preguntas si me gusta el rock, claro que sí, me gusta la música de todo tipo y en el rock hay grandes músicos al nivel de los grandes genios de otros siglos. He participado en los últimos tres discos de Extremoduro y para mí es una suerte, un lujo. Ha sido otra manera de aprender de otra música, de otro mundo y quizá ahí lo del científico inquieto que investiga. Me siento afortunado porque profesión me ha dado esa oportunidad.

--En España hay muchos músicos armenios de música clásica, por lo que sabemos que hay una tradición musical. Pero usted se crió en el Líbano, un lugar sin esa tradición y en unas condiciones complicadas en ese momento en el país. ¿Cómo llegó a la música y cuándo vio que quería dedicarse a ella?

--Mi padre era violinista, por lo que para mí la música era algo natural; él me puso un violín en la barbilla a los 4 ó 5 años y nunca tuve que tomar esa decisión pues siempre me he sentido músico. Es verdad que en el Líbano no había mucha tradición de clásica, pero sí de música tradicional y étnica.

--¿Es verdad que llegó a ensayar en refugios antiaéreos?

--Sí. Vivías noche y día en los búnkers. Allí dentro también había vida y cada uno hacía lo que sabía; yo tocaba y estudiaba violín. Estábamos viviendo una tragedia pero la vida tenía que seguir, había que darle sentido.

--Después, muy joven se fue a estudiar a Alemania, también vivió en Inglaterra, Francia... ¿qué le llevó a quedarse en España?

--España la descubrí por causalidad (al participar en el Concurso Sarasate de Pamplona, que ganó). Pensé pasar un tiempo que se ha alargado 15 años porque estoy muy a gusto ya que es un país mediterráneo con el que siento que comparto muchas cosas.

--La crisis se ha cebado con la cultura. ¿Cómo ve la situación en nuestro país?

--Es un momento difícil, donde las ayudas son escasas por no decir nulas, pero eso para un artista debe ser una motivación más para crear y buscar otras vías. Antes las cosas estaban más fáciles, ahora hay que buscarse la vida de otra manera. Hay que demostrar que tenemos un público, que está ahí, que quiere consumir arte aunque haya crisis. Por eso no hay que parar de crear y de reinventarse..

--¿Qué le diría a una persona que nunca ha ido a un concierto de música clásica?

--Que no tenga miedo, que como decía Falla, la música no es para entenderla, es para disfrutarla.