Gabinete Caligari entró en 1987 con la congoja de la pérdida, apenas dos días antes, del saxofonista y amigo Ulises Montero -«un gran tipo metido de hoz y coz en el juego siniestro de la heroína»- y despidió el año en los televisores de toda España como parte del elenco del especial de Nochevieja de TVE Súper 88; allí, entre confeti y nubes de humo sintético, el trío madrileño compartió gala con Kid Creole & The Coconuts, Eros Ramazzotti, Sara Montiel, Brigitte Nielsen, Miguel Bosé, Camarón de la Isla y Sabrina Salerno y su pecho insurrecto. Entre otros. «Aquello se grabó en noviembre en Prado del Rey. Estabas ahí, en los camerinos, viendo pasar a toda esa gente. Cuando te tocaba salir, hacías tu paripé y eso era todo. Luego lo montaban y parecía que nos estábamos pegando un fiestón de fin de año. La televisión es así, puro embeleco».

Quien habla es Eduardo Rodríguez Clavo, el tipo serio de la parpusa y las patillas de hacha que tocaba la batería en Gabinete Caligari. Licenciado en Historia del Arte y apasionado de las motos y las carreteras, Edi Clavo acaba de publicar, de la mano de la editorial Contra, una absorbente crónica del proceso de gestación, grabación y promoción del elepé que hace 30 años lanzó al grupo al estrellato y a los platós de todos los programas de variedades de la época, incluido aquel especial de Nochevieja: Camino Soria.

«Tenía clarísimo que si escribía sobre un disco, el elegido sería ese, porque es el más relevante y el más redondo de toda nuestra trayectoria», explica Edi. También es uno de los álbumes más importantes y mejor diseñados de la historia de la música popular en España. Como escribe el propio autor en el prólogo del libro, Camino Soria es «un artefacto pop audiovisual cuyo discurso conceptual ha trascendido los embates del tiempo». En otras palabras, un clásico.

GUITARRAS Y SOLISOMBRAS / Con una prosa barroca y castiza que es puro Gabinete, Clavo evoca la época y el lugar en los que nació el disco: Madrid, 1987, solisombra y J&B con hielo, entre el desparrame de una Movida que agonizaba y los toros en la grada 7 de Las Ventas. Después de saltar al ruedo musical como un trío de onda siniestra; de inventar el rock torero en un primer elepé que mezclaba las guitarras afiladas y las castañuelas; de alumbrar una obra maestra de majestuosa belleza como el minielepé Cuatro rosas, y de acceder a una relativa popularidad con el ritmo alegre y accesible de Al calor del amor en un bar (que llegó a ser propuesta por TVE para Eurovisión), Gabinete Caligari se enfrentaba al reto de grabar su primer disco para una multinacional. Un toro al que Edi Clavo, Jaime Urrutia (voz y guitarra) y Ferni Presas (bajo) se arrimaron «sin agobios ni urgencias» pese a ser conscientes, apunta el batería, de que «el tren del éxito, en una actividad tan precaria como el rock en español, solo pasa una vez».

En dos meses de trabajo intensivo, alumbraron nueve canciones sin tacha que, como ocurría en Cuatro rosas, bebían de los solistas y grupos que habían marcado «la educación sentimental pop y rock» del trío: Bob Dylan, los Rolling Stones, los Kinks, Lou Reed, los Doors, la Motown y, sobre todo, los Beatles, de quienes aprendieron a trabajar en un contexto pop géneros en principio ajenos a los códigos del rock como el swing (Suite nupcial) o la bossa nova (Saravá).

Fue durante el proceso de escritura de las letras cuando tomó forma la idea de vertebrar el disco en torno a un vago eje conceptual. «Ulises había muerto y Jaime acababa de romper con su novia, y probablemente todos esos sentimientos se filtraron en las canciones, que hablaban de melancolía, de derrotas, de buscar un sitio donde lamerse las heridas en soledad». Ese aire de tristeza otoñal se vio reforzado por un cuidado envoltorio en el que se combinaba la portada en blanco (los Beatles, de nuevo) diseñada por Pablo Sycet con las fotos que Alberto García-Alix tomó al grupo junto al río Duero tras una noche sin dormir.

El paisaje elegido se correspondía con el contenido de la canción que dio título al elepé: un largo medio tiempo construido en torno a un patrón de batería tomado de los Beatles y una frase de órgano de aire eclesiástico. A juicio de Edi Clavo, es la mejor composición de Gabinete Caligari aunque el baterista guarda en su corazón un lugar muy especial para Como un pez, «una canción un poco olvidada».

De Camino Soria se vendieron 300.000 copias. Subidos al tren del éxito (literalmente: el grupo fue fichado por la empresa Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha para protagonizar un anuncio), se embarcaron en una gira extenuante que no dejó muncipio o pedanía española sin peinar. Después llegaron la frustrante grabación del álbum Privado, el éxito supersónico de La culpa fue del cha-cha-chá, la imitación de Martes y Trece y una inevitable decadencia que se alargó durante toda la década de los 90 y que dañó de manera irreparable la relación personal entre Jaime, por un lado, y Edi y Ferni, por otro. «Cuando vimos que aquello se desmoronaba, cada uno pensó en salvar los muebles a su manera». La profundidad de la herida deja poco margen a la especulación sobre una posible reunión de Gabinete. «Desde que en 1999 Jaime Urrutia nos dijo que quería dejar el grupo, no hemos vuelto a hablar, ni nosotros con él ni él con nosotros. La relación está rota».

Al parecer, pese a lo que dice la canción, hay traiciones que no se borran de la memoria jamás. Ni siquiera camino de Soria.