Una multitudinaria carrera de cuádrigas atraviesa la península Itálica en la mejor tradición de aquellos Autos locos de Hanna-Barbera o de películas de los años 70 y 80 como Los locos del cannonball que han inspirado al guionista Jean-Yves Ferri para recrear «el espíritu y el ambiente de un rallye un poco alocado». Solo que en lugar del villano Pierre Nodoyuna, con su perro Patán, el malo al que deben superar en ruta el bueno de Obélix, que lleva esta vez las riendas del carruaje y el canijo y astuto Astérix (acompañados del inseparable perrillo Ideáfix) es el enmascarado romano Coronavirus, con Bacillus de copiloto. Y, ojo, César no es tan malo como siempre, bueno, según se mire: «Le hemos dado una dimensión política, es un demagogo. Se queda con la gloria y los aplausos aunque no es él el que ha ganado. Eso lo saben hacer perfectamente los políticos».

Ferri y el dibujante Didier Conrad avanzaron algún detalle y la portada hace solo 10 días de Astérix en Italia, su tercer álbum -tras Astérix y los pictos (2013) y El papiro del César (2015)- después de que asumieran el reto de continuar con las aventuras de los personajes creados en 1959 por Albert Uderzo y el desaparecido René Goscinny. Pero en la sede de Hachette, en París, el secretismo es tan grande como el que guarda el druida Panorámix sobre los ingredientes de la poción mágica. Cinco millones de ejemplares del nuevo álbum, el 37, llegan hoy a las librerías de 25 países (traducidos a 20 lenguas), entre ellos España, de la mano de Salvat (en catalán, castellano, euskera, gallego y asturiano). Para evitar filtraciones, y previa firma de un acuerdo de confidencialidad, antes de la entrevista, la tarde del miércoles, los plumillas llegados a la editorial solo han tenido media hora para leer la historieta, prestada en mano, e improvisar nuevas preguntas.

PUEBLOS DE TODO EL ORBE / En este loco rali de cuádrigas se suceden las trampas, muchas, los obstáculos, incidentes y amaños. Cruza Venecia, Parma, Siena, Florencia, Nápoles… la meta está a los pies del Vesubio. En él, además de los irreductibles galos, hay representantes de pueblos de todo el orbe conocido, como bretones o vikingos. Pero el objetivo del poderoso César es en realidad reafirmar su prestigio y poder, poniendo como única condición que sea su corredor, Coronavirus, quien gane. De hecho, la carrera es fruto de la corrupción en el Senado romano, una cortina de humo para tapar un desvío para sufragar orgías de los fondos destinados a arreglar las vías romanas, llenas de socavones. «Lo escribí cuando aquí hubo el caso Fillon, ahora ya algo olvidado», revela Ferri.

No está la Penélope Glamour de Los autos locos, pero sí hay un equivalente femenino: dos princesas del reino de Kush (sur de Egipto), que enamoran a Obélix. «Como las carreras suelen ser cosas de chicos nos dimos cuenta de que nos podía quedar muy masculino», recuerda Conrad, culpable de la idea de darles un papel en la carrera a las dos aguerridas africanas.

Además de la corrupción política, no faltan guiños al cambio climático y a los recortes y tradiciones del estilo Astérix que saben que «los seguidores no entenderían que no estuvieran», como el banquete final, la poción, los mamporros a los romanos, los jabalís o los cameos de famosos. «Está Pavarotti, sí», ratifican. «Si no los pones, los piden y si los pones mucha gente no los ve…».

Y ¿qué oculta la máscara del villano Coronavirus? «El malo enmascarado es un clásico del cómic. Oculta el vacío, es una metáfora de la vacuidad de la competición, de que detrás de un gran campeón al que adula toda la gente no hay gran cosa», responde Ferri.

Pero el álbum también revela la diversidad de pueblos y tribus de Italia que rodeaban a Roma. «Eran regiones con su especificidad y particularidad y César no lo tenía tan fácil». Ello les da pie a hablar de la crisis entre España y Cataluña por la independencia. «Se puede vincular, sí. La actualidad se corresponde con el álbum aunque cuando lo escribí no pretendía insistir en eso», asume Ferri. No descartan, entre sonrisas, algún Astérix en Cataluña: «Cuando se tranquilice la cosa….», dice el guionista. «Pero cuando se calme, si hacemos un libro, igual se enciende de nuevo», sonríe. el dibujante. «No estamos lo suficientemente informados para opinar», lamenta Conrad. «Hay elementos que desconocemos», sigue Ferri, que vive justo al otro lado del Pirineo y al que le sorprende «la intensidad» con que se vive el conflicto. «He leído que mucha gente está a favor del referéndum después de la represión española, no porque verdaderamente desee la independencia. Nos gustaría un voto más sereno para poder saber qué piensa la gente».