Ni él mismo es capaz de definir en qué consistió exactamente su labor junto a Camilo José Cela. Chico de los recados, ayudante de jardinería, pinche literario... Gaspar Sánchez Salas era un estudiante de Filología jienense que en 1992 fue a hacerle un entrevista al futuro premio Nobel para completar un trabajo académico. A don Camilo le cayó en gracia y le ofreció un inespecífico trabajo que se mantuvo durante años.

Tras la muerte del escritor, Sánchez Salas publicó un primer libro titulado Cela: el hombre a quien vi llorar en el que presentaba al autor poco menos que como un tierno oso de peluche, y a su segunda esposa, Marina Castaño, como "una señora amable y distinguida".

Algo se torció por el camino. La viuda del Nobel no accedió a presentarle el laudatorio librito en el último momento y Sánchez Salas, molesto, lanzó veladas amenazas: "He sido tentado por varias televisiones para hacer públicas las intimidades de los Cela y no he aceptado. Hoy mi ética es una. Mañana, no lo sé".

Eso fue hace un año. Sánchez Salas ha decidido reescribir su antiguo opúsculo en clave muy distinta. Cela: mi derecho a contar la verdad (Belacqua) es su amenazante título.

En el nuevo libro, la figura de Marina Castaño adopta otros matices, todos ellos desagradables. Se la describe como una intrigante, "eterna aspirante a marquesa", "pesetera". Quizá la acusación más grave sea la desatención que, según Sánchez Salas, dirigió a su octogenario marido. "Si yo llevaba a pasear a don Camilo, le acompañaba a rehabilitación, le atendía y le limpiaba cuando se caía, entonces es fácil que alguien se pregunte por qué eso no lo hacía su mujer", indica. "Quienes hemos trabajado al lado de un genio tenemos el derecho a contar nuestra experiencia", se reafirma. Y amenaza con nueva munición.