Antonio Banderas recibió ayer por la noche el Premio Donostia, que otorga el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, de la mano del director y, a la vez, un viejo amigo Pedro Almódovar. Ambos se fundieron en un emotivo abrazo con el que celebraron los 26 años transcurridos desde el estreno de Laberintos de pasión en este mismo Festival.

"Tengo la impresión de que me entregan el premio por haber apartado o derribado muros que parecían imposibles de saltar", señaló el actor en un encuentro con los medios de comunicación previo al acto oficial al que asistió el ministro de Cultura, César Antonio Molina. Banderas recordó cómo llegó a San Sebastián con 350 pesetas en el bolsillo y cómo ahora es una estrella que piensa "trabajar menos y con más calidad. Busco hacer un cine más reflexivo y profundo", alegó el actor, quien reconoció que con sus primeros pasos como actor en Estados Unidos intentó construir una carrera con los papeles que le iban ofreciendo. "Ahora me apetece entrar en un mundo cinematográfico más profundo para enseñar cosas de mi faceta de actor, que no podido mostrar con mis anteriores trabajos", confesó. Por ahora, emprenderá un proyecto junto a Antonio Soler sobre el califa de Granda Boabdil.