El Museo Guggenheim de Bilbao se inauguró ahora hace 10 años marcando un antes y un después en la evolución del urbanismo moderno. El edificio deconstruido de titanio, diseñado por Frank O. Ghery, puso a Bilbao de moda y creó el efecto Guggenheim, fenómeno que contagió por imitación a numerosas ciudades, incluida Barcelona. Pero, tras una década, al Guggenheim le han salido tantos competidores que dentro de poco tiempo será imposible fotografiar al brillante edificio en solitario. No es extraño que el arquitecto canadiense, en su última visita a Bilbao, manifestara cierta melancolía por la transformación urbana de la ciudad.

Hace unos 15 años, el barrio bilbaíno de Abandoibarra era un retal urbano que olía a brea, con restos de instalaciones ferroviarias e industriales presididas por el puente de la Salve, a orillas del río Nervión. Juan Ignacio Vidarte, director general del museo Guggenheim desde los inicios, tenía su despacho en un edificio de viviendas delante de aquel descampado. Desde las ventanas veía como el museo iba cobrando forma hasta su apertura en octubre de 1997, cuando presidía en solitario Abandoibarra.

NUEVO PAISAJE

Diez años después, la actual oficina de Vidarte, en el museo, ofrece un paisaje muy distinto tras la regeneración urbana abordada en el área en torno a la plaza de Euskadi, que se destina a distrito financiero. Muy cerca del Guggenheim se ha construido un edificio de viviendas de lujo, de color gris, que fue el primer competidor del museo de titanio. Junto a él se eleva el esqueleto de la Biblioteca y el Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación de la Universidad de Deusto, en construcción. Rafael Moneo, premio Pritzker de Arquitectura como el canadiense Ghery, ha diseñado este centro de lectura que tendrá fachada acristalada y cinco de sus 10 pisos soterrados. Y que está muy, muy cerca del museo.

Detrás de la biblioteca se construirá el Paraninfo de la Universidad del País Vasco, según un proyecto del portugués Álvaro Siza. Y la pieza con más espectacularidad corre a cargo del arquitecto argentino-estadounidense César Pelli, que ha creado el edifico corporativo de Iberdrola, una torre de planta triangular y 33 pisos de altura. Pelli, célebre por ser autor de las Torres Petronas en Kuala Lumpur, realizó hace unos 20 años la ordenación urbanística de esta zona de Bilbao y se reservó el edificio de más altura. Otros dos más pequeños, destinados a la vivienda privada, han sido proyectados por el catalán Carlos Ferrater. Y aunque alejados del museo, van a dejar su huella arquitectos estrella como Zaha Hadid y Philip Starck, que rehabilita la Alhóndiga como centro de ocio.

Ante el asedio de nuevos edificios al Museo Guggenheim, Vidarte se remite "a las directrices urbanísticas que fueron aprobadas hace años según las directrices de Pelli", aunque reconoce que, efectivamente, el edificio "va perdiendo protagonismo".