Es a santo Tomás Moro (1478-1535), inglés de nación, a quien debemos la palabra «utopía», título a su vez de su obra homónima, publicada en 1516. Utopía es el nombre de la mítica isla por él imaginada, donde las personas que en ella habrían de vivir, serían por completo felices, conviviendo armónicamente de acuerdo a una educación y unas leyes dimanantes de los principios universales de libertad, igualdad, fraternidad y justicia. Mas desgraciadamente, a aquel mítico y futurista pedazo de tierra Tomás Moro lo llamó Utopía, nombre que, de acuerdo a sus raíces griegas, no significa otra cosa que «no existe tal lugar».

Ya en nuestros días, fue el sociólogo polaco Zigmunt Bauman (1925 - 2017) quien volvió de nuevo sobre aquella idea de un mañana ideal para la humanidad, pero contemplado desde la perspectiva de los grandes paradigmas que marcan las pautas de nuestro tiempo. A él se debe el concepto de «sociedad líquida» para referirse a la nuestra. Bauman la define como una sociedad de consumidores, marcada por el valor que otorgamos al presente inmediato, de manera que la actualidad se torna con velocidad pasmosa en pasado lejano. Por ello, el nuestro es el mundo del post (después de), y así, con mucha frecuencia oímos hablar de la postmodernidad, y hasta muy habitualmente, de la postverdad. Término éste muy inquietante, por cuanto conlleva la negación de valores fundamentales (justicia, solidaridad, tolerancia, compasión…) que han posibilitado y hacen posible la convivencia pacífica y el desarrollo armónico de las civilizaciones.

Y es en este contexto de futuro ciertamente incierto en el que Bauman escribió Retrotopía, obra publicada después de su fallecimiento, el día 9 del pasado mes de enero. El título de este libro (Retrotopía) es, al igual que la muy anterior obra de Tomás Moro, un neologismo. Mas ahora ya no se trata de encontrar en el futuro un lugar ideal en el que la humanidad pueda vivir felizmente. Ahora ese sueño se ha licuado, y en la postutopía ya no se proyectan las esperanzas hacia un mundo feliz futurista (o «en una galaxia muy lejana», frase con la que comienzan las películas de Star Wars), sino hacia el pasado (retro) abandonado y redivivo.

La nuestra, no es sin embargo la primera de las sociedades empeñadas en revitalizar el pasado. El Renacimiento y el Neoclasicismo (en lo que respecta al resurgimiento de las antiguas civilizaciones griega y romana) son evidencia de ello en la cultura y el arte, así como la Contrarreforma (incidiendo en el fortalecimiento de sus originales cimientos piadosos), lo fue para la Iglesia católica. El mismo Orwell, el gran visionario de la posmodernidad, supo ver la enorme influencia que ejerce el pasado en las estructuras sociales, y a así en su novela 1984, escribió: «Quien controla el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado».

De este modo, para Zigmunt Bauman, la retrotopía sería el anhelo universal de poder subsanar los defectos de la actual situación humana, resucitando los malogrados y olvidados potenciales del pasado. Y si este anhelo es el que ahora nos guía, todo apunta a que tal opción no puede ser otra que la constatación del fracaso de los modelos de convivencia actualmente existentes para que puedan garantizar la paz en el futuro. Dicho de otro modo, la retrotopía no es sino la expresión palpable de que la humanidad no está avanzando hacia la igualdad sino que está ahondando, cada vez más, en las injusticias y en las diferencias económicas y sociales.

Puentes y no muros

A este respecto, el propio Bauman, en su libro Extraños llamando a la puerta exponía que construir muros (físicos y no, como son los impermeables y excluyentes muros de los nacionalismos) en lugar de puentes, es un error. Para Bauman la verdadera crisis, más allá de la económica, es la que afecta a la propia humanidad, la que está excluyendo, a fuerza de leyes y acciones carentes de razón, a los pobres y desheredados de este mundo. Se trata de la misma idea que el papa Francisco expresó al referirse a «la cultura del desecho», triste signo de nuestros tiempos, causante de que dos tercios de la población mundial viva en la pobreza o la miseria absoluta.

No obstante, Bauman se muestra razonablemente optimista al constatar que si bien ya no pensamos en la utopía, tampoco ha muerto en nosotros la inspiración humana que hizo que esa imagen fuera y siga siendo tan cautivadora. Aún hay un tiempo y un lugar para la esperanza, aunque ambos se hallen, y hayamos de buscarlos, en el pasado.

RETROTOPIA

Zigmunt Bauman

Editorial Paidós

172 páginas