L a buena noticia, que aparece en otra página de este periódico, es la recuperación de Bodegas Laus, que ha salido del concurso de acreedores gracias y actualmente está conformada por Viñedos y Crianzas del Alto Aragón y el grupo fundador del proyecto, perteneciente a la familia aragonesa Zozaya.

Pero la mejor es cómo están enfocando el futuro de la misma. Es sabido que uno de los grandes problemas del sector agroalimentario reside en que se produce y después se trata de vender lo elaborado. Una actitud heredada del pasado, cuando el Estado acudía presto para ayudar a eliminar o conservar los excedentes.

Afortunadamente la industria vitícola es una de las más avanzadas del sector, con lo que entendió más pronto que tarde, y antes que el resto, la necesidad de cuidar la imagen, disponer de comunicación y trabajar la mercadotecnia. Quizá de ahí, y a pesar de los bajos consumos nacionales, que siguen a la baja, haya sabido capear de forma digna los problemas de los últimos años.

Pero le faltaba dar un paso. Elaborar vino, sí; diferenciado, también, pero ¿para quién? Pocas veces hemos oído presentar un proyecto con tal claridad de objetivos. ¿Dónde crece el consumo de vino? Entre los denominados millennials, la franja de edad entre 25 y 39 años, y particularmente mujeres que rondan los treinta años y optan por rosados y blancos; y también crece el consumo en los hogares.

Conclusión: los vinos que elabore Laus tenderán a ser jóvenes y frescos, de ahí las flores, que se convierten en su emblema. Y el diseño de la etiqueta deberá destacar en los lineales de los supermercados, que va a ser en España su principal foco de distribución. Es decir. Una vez que podemos y sabemos hacer vino, vamos a diseñarlo de forma que llegue a mercados no atendidos o con capacidad de crecimiento. Si todo el sector agroalimentario fuera capaz de entender esto, básico y elemental, otro gallo nos cantaría. Que les vaya bonito.