Nadie se esperaba que la Palma de Oro fuera a parar a Hirokazu Koreeda. Quizá porque se trata de una obra vocacionalmente modesta, o porque no representa todo cuanto el cineasta japonés ha mostrado capaz de hacer a lo largo de su carrera, no figuraba en lo más alto de las quinielas. En cualquier caso, aunque quizá no llegue en el momento justo, el galardón sirve para poner en su sitio al que sin duda es uno de los grandes humanistas del cine del último cuarto de siglo.

Si lo que acaba usted de leer le hace dudar de la calidad de Shoplifters, en todo caso, haga caso omiso. Está entre los más delicados y conmovedores dramas que Koreeda jamás ha dirigido sobre lo que es una familia y sobre cuál es su formato idóneo. Cierto que carece de la vanguardista ambición formal que el director mostró en Maborosi, o de la increíble imaginación que poseía la que tal vez sea su obra maestra, After life. Sin embargo, lo que le falta en términos de intrepidez lo compensa con una capacidad inmensa para provocar una emotividad tan cruda como intensa. Shoplifters es una película que se te mete dentro y te arrebata el corazón.

También con Spike Lee había cuentas pendientes. Haz lo que debas, la película por la que todo el mundo llegó a dar por hecho que ganaría la Palma de Oro en 1989, se acabó yendo a casa de vacíó. Anoche se tuvo que conformar con el Gran Premio Especial del jurado, que es algo así como la medalla de plata, pero aun así se puede dar por resarcido. Hasta él mismo debe de ser consciente de que BlacKkKansman carece de la envergadura de aquella obra maestra que lo convirtió en uno de los cineastas americanos esenciales. Es una obra imperfecta y a ratos errática, pero a menudo resulta endiabladamente divertida y, en todo momento, absolutamente relevante por su furiosa defensa de la necesidad de combatir y hasta de ridiculizar a los xenófobos.

Por lo que respecta al Premio del Jurado otorgado a la libanesa Nadine Labaki por Capernaum, es una noticia mala y buena a la vez. Mala, porque significa recompensar la peor película de cuantas competían el festival este año, una obra dispuesta a todo por hacernos soltar la lágrima; buena, porque podría haber sido mucho peor: durante los últimos dos días el rumor de que iba a hacerse con la Palma de Oro.

SIN QUEJAS / Pocas quejas pueden ponérsele al resto del reparto. Cold War, por la que el polaco Pawel Pawlikowski fue elegido Mejor Director, fue la favorita durante la primera parte del certamen, y con todo merecimiento. Mientras retrata los vaivenes de un tumultuoso romance de posguerra, condensa toda una década de acontecimientos personales y políticos en 84 minutos a los que no les sobra un solo plano; e incluye imágenes tan increíblemente bellas que uno se quedaría a vivir en ellas, incluso a riesgo de verse absorbido por la melancolía que derrochan.

Por lo que respecta a los dos premiados en las categorías interpretativas, el italiano Marcello Fonte por Dogman y la kazaja Samal Yeslyamova por Ayka, decir que son lo mejor de sus respectivas películas es quedarse corto: sin ellos, ninguna de las dos tendría razón de ser.

La presidenta del jurado, Cate Blanchett, había afirmado justo antes de la ceremonia que, si de ella y el resto de jueces dependiera, habrían premiado muchas más películas. Quizá eso explique que dieran más premios de lo normal. En concreto, el jurado se ha sacado de la manga una Palma de Oro Especial para Jean-Luc Godard por Le livre d’image que, aunque bienintencionada, resulta más bien desafortunada.

Llama la atención, asimismo, que por un lado el jurado tuviera tantas ganas de repartir galardones pero por otro marginara las que sin duda han sido las tres mejores películas de la competición este año. ‘Lazzaro Felice’, de Alice Rohrwacher, merecía mucho más que compartir el premio al Mejor Guion ex aequo; y ni Burning, del coreano Lee Chang-dong, ni The Wild Pear Tree, del turco Nuri Bilge Ceylan, en ningún caso debieron irse de vacío; pero se había anunciado un cambio de estrategia y parece ser que así ha sido.