Un globo, dos globos, tres globos...» Letra y música de Gloria Fuertes. Lo destacaron en la tele cuando murió en 1998, tan solo eso, y los que no la habían leído amagaron una sonrisa recordando a Martes y Trece caricaturizar sus ripios. «Soy la araña de España que ni pica ni araña». Pero la poeta no necesitaba que se la tomaran a broma. Ya lo hacía ella. Construirse un personaje de abuelita juguetona y escudarse en su interior. Pero la Gloria Fuertes del interior -pese a la ingenuidad, marca de la casa- era bastante compleja. Así que la sorpresa podía venir si, por ejemplo, uno de esos niños que la seguían por la tele pedía un libro de Gloria Fuertes a los Reyes y estos, despistados, le traían uno de sus poemarios adultos por donde transitaban las prostitutas o pululaban versos como «Esas mujeres traían el coño en la boca».

Así que el año en el que se cumplen 100 del nacimiento de la poeta, el próximo mes de julio, bien puede servir para reivindicarla. Méritos no le faltan. Ya lo hicieron Jaime Gil de Biedma, tan exquisito él, que supo apreciar lo primordial de su mirada y antologarla en …Que estás en la tierra, y Josep Maria Castellet, que dirigía la colección Collioure donde apareció el poemario. Al hilo de la celebración han aparecido y aparecerán varios libros más. El más curioso es El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books), una bella propuesta de poemas selectos y vida que incluye recuerdos personales de sus amigos, fotografías, memorabilia e incluso un cómic biográfico realizado por Carmen Segovia, todo ello elaborado por el escritor Jorge de Cascante, a quien la editorial define como «la persona más Gloria Fuertes que conocemos». Pero hay más… Material suficiente para varios traumas infantiles en tiempos del posfranquismo.

Y es que hay muchas cosas que se desconocen de la poeta. No solo su poesía tan juguetonamente quevedesca («La esperanza me desespera; / desesperada espero todavía, / de una noche yo no puedo hacer un día / disfrazar la manzana en una pera. / Lo difícil me atrae, es mi bandera, / lucho a golpes de amor por una espina -la rosa no interesa- / la divina / adivina primavera», hermoso comienzo de Ni tiro, ni veneno, ni navaja), sino también de su vida, de esa voz cazallera que se trabajó a fondo a base de whisky; de sus amores con hombres y mujeres, pero sobre todo, mujeres; de su irreverencia, no ya con Dios, sino contra los curas y las monjas que le amargaron la infancia.

«Se la coló por completo a la España más rancia», resume Cascante, que certifica que hay muy poco material biográfico sobre ella. «Quizá porque a poco que conozcas su vida te das cuenta de que no casa con la imagen que transmitía en la televisión». Pero hay algunas brechas. En 1980, en un especial de Nochebuena, le censuraron la lectura de un poema: Dios está en pelotas. Poco antes, una denuncia por pacifista y otra lectura le llevaron a jefatura donde, tal como le gustaba contar, se codeó con «putas» y aborteras.

ME PILLÓ LA GUERRA

Su infancia fue triste. Casi como la que retrataba Gila, pero en serio. De hecho, el cómico, vecino suyo, fue uno de sus amores de juventud. Su madre la puso a coser y a cuidar de sus hermanos, y ella siempre que podía se escapaba en bicicleta. Uno de sus hermanos murió y ella trasladó el suceso a sí misma en un poema cuidadosamente tergiversado: «A los nueve años me pilló un carro / y a los 14 me pilló la guerra». 40 kilos llegó a pesar durante la contienda.

Más descubrimientos. Sus parejas más estables fueron mujeres, en especial la hispanista norteamericana Phyllis Turnbull, con quien mantuvo una relación de casi veinte años. Juntas construyeron a finales de los 50 una casa en Soto del Real, donde crearon una biblioteca infantil ambulante cuyos libros entregaba en mano la poeta en una de las vespas que tuvo a lo largo de su vida.

Que dos mujeres vivieran juntas no despertó ninguna suspicacia, aunque los amigos conocieran esa trastienda que aparece en alguno de sus poemas, como Me siento abierta a todo o Lo que me enerva («...saber que estás de paso, / y aun así, / no acariciar bastante / atardeceres cuerpos, / risas, / manos, / muslos, / senos, / hombros, / brazos»). «En el prólogo de La historia de Gloria dice ‘me acuerdo de mis amores’, menciona sus nombres y muchos son mujeres», recuerda Cascante. Una de ellas, la cantante Mari Trini, que no le correspondió, aunque fueron amigas de por vida.

GOING TO AMERICA

Otra imagen inédita es la Gloria Fuertes norteamericana. La que fue a Pennsylvania gracias a una beca para dar clases en la universidad y se quedó tres años. Ella no tuvo estudios superiores y la primera vez que pisó una facultad fue como docente. A Cascante le gusta imaginarla en manifestaciones junto a Grace Paley. Eran los años 60, con la guerra de Vietnam de fondo. Llegó a convencer a alumnos de que rompieran los papeles de reclutamiento. «Qué placer rasgar aquellas hojas», dijo. Su imagen como pacifista se completa con un recital en el que compartió escenario con Joan Baez, leyendo sus poemas traducidos al inglés. «Es muy hermoso ver cómo era capaz de mantener su especial mirada en un contexto tan distinto al suyo. Ella extrae de aquella experiencia las enseñanzas hippies y a su vez enseña el chotis a los estadounidenses», dice el antólogo.

Su cara más oscura tampoco es muy visible. Pero no hay más que bucear en sus poemas, marcados por la soledad y la experiencia de la depresión, para darse cuenta. «La soledad es una hija de puta. A veces me revuelco en ella, me hago su amiga y a veces me vence», confiesa en los 80 en un recital. Cuenta Cascante que a la salida del acto, una pareja mayor se acerca a ella y le proponen adoptarla. Llegan a hacerlo.

HUMOR NEGRO

La peor depresión de su vida siguió a la muerte de Phyllis. «Suele valerse del humor para enmascarar su realidad, pero su mundo poético es muy negro. La idea del suicidio aparece una y otra vez». Una confesión de Fuertes que el escritor Vicente Molina Foix explicó al antólogo ilustra a la perfección esa dicotomía. Desesperada, la poeta recapacitó en el último momento: «Iba a tirarme al metro, pero acabé tirándome a la taquillera».

Así era. Menos niña grande de lo que recordamos. Más descarada al menos. «Ojalá este Año Gloria Fuertes -aventura Cascante- sirva para que los lectores se acerquen a su realidad directa y sin tapujos, como cuando tienes 18 años y lees a Bukowski y piensas con sorpresa cómo es posible que eso que siempre has sentido pueda estar escrito».