Se diría que no hay una relación directa causa-efecto, pero lo cierto es que la biografía que Miguel Dalmau ha dedicado a Julio Cortázar ha aparecido finalmente poco después de la muerte de sus dos grandes detractoras, la agente Carmen Balcells y Aurora Bernárdez, primera esposa y albacea del escritor argentino, que prohibieron al biógrafo utilizar los textos del autor de Bestiario. Después de que la editorial Circe tirara la toalla, Edhasa recoge el testigo un año más tarde y, reescrito y debidamente purgado de aquellas citas, publica ahora un libro que se anuncia, como es usual tratándose de Dalmau, teñido de escándalo. El autor de Los Goytisolo y especialmente de la biografía de Jaime Gil de Biedma, escorada hacia sus aspectos más sórdidos --"Hay amigos de Jaime Gil que ni me hablan" dice el biógrafo--, reivindica ese modelo de relato biográfico destinado a desvelar intimidades y a "tocar el lado oscuro" que en los países anglosajones publicitan como biografías no autorizadas.

De entrada no parece que haya habido en la vida de Cortázar excesivas sombras y así lo reconoce Dalmau, pero con su particular nariz afirma que más que encontrar nuevas revelaciones --apenas las hay-- lo que ha hecho es seguir la pistas, a golpe de interpretación personal, allí donde los estudiosos se han detenido.

Así Dalmau tira del hilo de los orígenes familiares del argentino. "Con un padre que abandonó a su familia, e hijo de una mujer nacida fuera del matrimonio, Cortázar, un chico hipocondriaco, introvertido y aquejado de gigantismo, tuvo toda la vida con respecto a su madre, hermana, abuela y tía una fuerte relación de dependencia. Respecto a su madre, jamás cortó el cordón umbilical".

La biografía, sin aparato de notas, ha sido realizada sin haber hablado jamás ni con Bernárdez --"encantadora de serpientes"--, por miedo a que "le secuestrara" el resultado, ni con el entorno latinoamericano del autor. "Hablé con mucha gente pero antes de ponerme a escribir porque llevo toda la vida pensando este libro". Tampoco ha entrado en contacto con Edith Aron, uno de los amoríos parisinos del autor, a quien todo el mundo identifica como modelo de La Maga. "Vive en Londres con 90 años y no quiere líos". Y desestima las tesis que han querido ver ese personaje excéntrico en Bernárdez, que realmente poco o nada se parecía a la enloquecida y apasionada uruguaya.

Predador

El biógrafo se adentra en el legendario despertar sexual de Cortázar bien cumplidos los 50, fruto quizá de una operación y/o un tratamiento hormonal que menciona sin aportar pruebas concluyentes. "Se convirtió entonces (unido ya a Ugné Karvelis y antes de recalar en la juvenil Carol Dunlop) en un depredador sexual. Todas las mujeres entre 15 y 70 años estaban dispuestas a llevárselo a la cama", asegura. Los aspectos más controvertidos del trabajo están, sin embargo, en la interpretación de algunas de las obsesiones literarias de Cortázar. Como el incesto, en este caso dirigido a su hermana, aquejada de esquizofrenia, presente en sus textos a modo de exorcismo. O la tentación del suicidio. "Si no hubiera escrito Rayuela me hubiera tirado al Sena", confesó.

Dalmau cree que estas revelaciones enfrentadas a su proverbial fortaleza harán que los lectores quieran a Cortázar todavía más.