Antes de Aída, Carmen Machi existía. Y después, también. Finiquitada su presencia en la serie de Tele 5, la actriz afronta ahora su primer papel protagonista en el cine. Y lo hace de la mano de Javier Rebollo, un director diferente que firma una película diferente: La mujer sin piano, en la que Machi da vida a una mujer sola y hastiada. El filme es un arriesgado ejercicio de estilo inundado de silencios con el que Rebollo aspira al máximo galardón en el Festival de San Sebastián, donde ya participó hace dos años con Lo que sé de Lola. Durante la proyección a la prensa, unos pocos abandonaron la sala. Entre los que se quedaron, muchos optaron por el aplauso; otros por el silencio y, los menos, por los silbidos.

A Javier Rebollo (Madrid, 1969) le da igual. Está acostumbrado a ir por libre. No es él un director que se preocupe en exceso por lo que los demás piensen de él. Sin embargo, sí que le molestan especialmente los críticos que "quieren ser más astutos que la película". Otra cosa que le pone de los nervios son las cintas que dan todo masticado al espectador. "Son tan explicativas que, al final, resultan tontas", criticó. "Soy espectador antes que director y cuando voy al cine quiero que me hagan pensar". Como cineasta, su objetivo está claro: "No pontificar al estilo Ken Loach (Mi nombre es Joe), pero sí provocar preguntas a los espectadores". Muchas preguntas.

La mujer sin piano nace de lo que una noche vio Rebollo en una estación de autobuses de Madrid: una mujer sola que cargaba con una maleta y que paseaba golpeando con sus tacones. De hecho, básicamente, la película es eso. Es Rosa (Carmen Machi) paseando sola por Madrid durante una noche tras dejar a su marido, con el que ya no tiene nada que decirse, durmiendo en casa.

PROHIBIDO PROHIBIR Escribiendo el guión, Rebollo añadió cosas personales. Primero: su molestia de oído, un pitido que escucha constantemente (también la protagonista de la película) y al que ningún médico le ha sabido dar solución. "Un neurólogo me dijo que pusiera la radio alta para no oír el pitido", se rió. Segunda: su obsesión contra las prohibiciones. Él no fuma, pero le molesta infinitamente que haya leyes que lo prohíban. Por eso, la protagonista no se separa de su cigarrillo. Tercera: su convencimiento de que cada vez estamos más solos a pesar de estar rodeados de gente. En la película, Rosa está casada y tiene un hijo, pero su vacío es tan enorme que sufre un "cortocircuito", un "trastorno de personalidad" que le hace ponerse una peluca, hacer la maleta y salir a la calle de noche.

Al igual que el director, con el que ya trabajó en Lo que sé de Lola, Carmen Machi reniega del adjetivo "rara" para describir la película. "Javier (Rebollo) sí es raro, pero la cinta no", comentó con una sonrisa. "Es el guión más hermoso que he leído nunca", añadió tras hacer hincapié en la melancolía, tristeza y soledad que aporta a la película el hecho de haberla rodado de noche.