Hay algo emocionante en la última novela de John Le Carré, ‘El legado de los espías’ (Planeta / Edicions 62) que acaba de llegar a las librerías. Un nuevo trabajo de un autor que ha elevado la novela de espionaje, tradicionalmente de usar y tirar, a la categoría de obra de arte siempre es motivo de alegría entre sus irreductibles seguidores, pero en este caso hay más. El autor británico ha regresado para cerrar el círculo del núcleo duro de sus historias, las ambientadas en la guerra fría habitadas por George Smiley, el espía aparentemente gris y apocado, lo más alejado posible del macho alfa 007, pero profundamente sabio y decidido. La publicidad promete el regreso de Smiley, eso es, quizás, una exageración. Pero aunque la aparición física del agente en 'El legado de los espías' sea apenas un cameo, toda la novela camina hacia ese momento y los lectores quedarán satisfechos y también un poco tristes. Porque de creer a Le Carré, que pese a sus 86 años bulle en proyectos literarios, la carrera de Smiley se acaba aquí: "De él ya he dicho todo lo que tenía que decir".

ESPÍA ANTES QUE AUTOR

Le Carré sabe bien de lo que habla. Él es un miembro distinguido de ese pequeño grupo de escritores británicos, como Graham Greene, Somerset Maugham, J. B. Priestley o Ian Fleming, que formaron parte del Servicio de Inteligencia y sacaron provecho de ese conocimiento en sus ficciones. A Le Carré que durantes las décadas de los 50 y 60 sirvió a su país en Berlín no le gusta alardear de sus actividades en el MI5 y MI6. En casi todas sus entrevistas y especialmente en sus memorias, ‘Volar en círculos’, publicadas el pasado año, aseguraba que aquello fue como “un cuento de hadas sin violencia” comparado con la situación actual”. También es cierto que su honor de exespía le obliga a a no cometer ninguna indiscreción por el juramento debido a la Reina y la patria.

SECRETOS Y SEUDÓNIMOS

Como no podía ser de otra manera en un amante de los secretos como John Le Carré, él no se llama realmente así, sino David Cornell. Más allá de la eufonía, eligió ese seudónimo -siempre se niega a explicar de dónde lo ha sacado- porque empezó a escribir sus novelas, las tres primeras, cuando aún ejercía como agente y la prudencia así lo exigía. La gran aportación del autor al género fue la constatación de que entre los servicios de seguridad del Este y el Oeste, en realidad, no había demasiadas diferencias. Sus novelas animadas por complejos dilemas morales no se dibujan en blanco y negro sino en una variada gama de grises.

LA GUERRA FRÍA

Es el Camelot personal del autor. Y todos debemos agradecérselo porque en buena medida sus novelas han moldeado nuestro imaginario sobre aquella época. Le Carré se lo debe todo a la rivalidad de bloques y en una entrevista reciente en 'The New York Times', el octogenario escritor expresaba un curioso sentimiento de nostalgia de aquellos años respecto a la actualidad: "Lo que define la guerra fría es que por lo menos teníamos una misión que nos definía. Ahora Occidente solo está unido por el miedo". Cuando cayó el muro, los agoreros imaginaron que, finalizada una época, Le Carré también acabaría con ella. Pero les demostró que no con una serie de novelas cada vez más oscuras y críticas con los poderes internacionales (y una especial inquina contra Estados Unidos) entre las que destacan 'El sastre de Panamá' y sobre todo 'El jardinero fiel'.

SMILEY Y COMPAÑÍA

Smiley es la gran figura de la saga, un tipo que en otras circunstancias habría sido profesor de literatura alemana en Oxford pero su mente es demasiado valiosa para que su país no la aproveche. Protagonista de cinco novelas, entre ellas 'Llamada para el muerto', 'El topo' y 'El honorable colegial', también aparece como secundario en otras cuatro encabezadas por 'El espía que surgió del frío', la novela que dio a conocer a Le Carré), y cuyos hechos recupera 'El legado de los espías' desde el presente.

¡"Barrigón, con gafas y en estado de permanente preocupación" es como le describe Peter Guillam, antigua mano derecha de Smiley y el verdadero protagonista del libro. Pero más interesante es la definición de uno de sus jefes: "tiene la astucia de Satán y la conciencia de una virgen". Su punto débil, es sabido, es su mujer, lady Anne Sercombe, una aristócrata, guapa y mucho más joven que él que, permanentemente infiel, le quiere a su manera. Pese a que se la evoca en todas las novelas, Anne solo tiene una aparición en 'La gente de Smiley'.

GUILLAM, EL DISCÍPULO

Hijo de un anglofrancés, Peter Guillam vive recluido en un pequeño pueblecito de la Bretaña francesa (equiparable a la casa de campo de Le Carré en Cornualles). Ha sido un personaje recurrente en la saga Smiley, un tipo atractivo con mucho éxito con las mujeres (de hecho, en la más reciente versión de 'El topo' con Gary Oldman tenía los rasgos de Benedict Cumberbatch) pero ahora es un viejo retirado.

Curiosamente se plantea aquí un cierto desfase cronólogico que el autor ha ido corrigiendo con los años a través de los libros y las reediciones. En un principio, Smiley y Gillam parecían tener la misma edad, más tarde este último apareció muy rejuvenecido como correspondería al discípulo de Smiley que era. En esta última novela, Gillam es viejo pero Smiley todavía mantiene el tipo teniendo "los años que aparentaba de joven" lo que teniendo en cuenta que nació en 1915, es decir que es centenario, resulta totalmente asombroso.

EL BREXIT

Esta novela le ha servido al autor para vehicular su personal fracaso histórico dirigido a su país y así nos lo hace saber cuando Smiley (¿o es Le Carré?) en las últimas páginas dice: «Entonces, ¿fue todo por Inglaterra?. En su momento, sí , por supuesto. Pero ¿la Inglaterra de 'quién'? ¿'Qué' Inglaterra? ¿Inglaterra sola perdida en ninguna parte? Yo soy europeo. Si alguna vez he tenido una misión, si he sido consciente de alguna responsabilidad [...]ha sido con Europa. Si he tenido un ideal ha sido el sacar a Europa de su oscuridad [...] Todavía lo tengo».