Lo que en la actualidad vemos como un barrio rural cercano a la capital aragonesa, fue en su día una gran cartuja --monasterio de la Orden de los Cartujos-- donde se alojaron durante muchos años los monjes de la congregación. Y lo que ahora es una parroquia de barrio en realidad fue la iglesia de la cartuja durante los siglos XVII y XVIII.

Aprovechando las noches veraniegas, Gozarte, por una iniciativa impulsada por el Museo Diocesano de Zaragoza, realiza visitas teatralizadas en las que se relata, a través de diferentes personajes relacionadas con el edificio, la historia de la iglesia de la Inmaculada Concepción. En esta visita concreta actúa un solo actor encarnando dos personajes: el hermano de fray Ramón Almor, autor de las pinturas murales de las cubiertas, y el fantasma de Don Alonso, cuya herencia se destinó a la construcción de la cartuja. Según explica Alfredo, "mi personaje favorito es el fantasma. Me hace mucha gracia representar un fantasma que por más que lo intenta no da miedo". Y es que a la visita, sin restarle rigor, se le añade un toque de humor que ayuda a que los visitantes, además de conocer la historia, se animen a interactuar.

LA CREACIÓN La historia de la Cartuja de la Inmaculada Concepción se remonta a la iniciativa de un matrimonio adinerado, Jerónima Zaporta, hija de Gabriel Zaporta importante banquero y comerciante de origen judío residente en el Patio de la Infanta --todavía hoy en pie, y sede de Ibercaja--, y Alonso de Funes y Villalpando, descendiente de los barones de Quinto.

Poco antes de morir don Alonso, pensando en qué invertir su fortuna, decidió, junto con su mujer, destinar su herencia a la construcción de un monasterio para la Orden de los Cartujos. Tras la muerte de don Alonso y gracias al empeño de doña Jerónima, la redacción de la fundación de la cartuja tuvo lugar el 20 de agosto del año 1634.

Los monjes cartujos se afanaron en buscar el emplazamiento ideal que terminó por ser un lugar cerca de la localidad turolense de Alcañiz. Sin embargo, al poco tiempo, "la fundación se vio amenazada por la presencia de tropas francesas que estaban entrando en Aragón para prestar apoyo a los catalanes" en la guerra de secesión (1640-1652). Esta circunstancia obligó a los monjes a huir de su establecimiento, dejando abandonado allí el cuerpo enterrado de don Alonso.

A pesar del recelo de los cartujos por instalar el monasterio cerca de Zaragoza debido a su cercanía con la cartuja de Aula Dei, la insistencia de doña Jerónima acabó ganando la partida y termina añadiendo una cláusula al testamento en la que les amenaza con donar su herencia a los jesuítas si no se funda la cartuja no más tarde de un año desde su muerte.

EXPROPIACIÓN Justo ese año, doña Jerónima muere y los cartujos ceden, aunque tardarán mucho en llevar a cabo las obras. "Todo el muro exterior, toda la portería, la hospedería con la procura donde viven los hermanos, la iglesia y todo el resto de espacios conventuales, los claustrillos pequeños de capilla, el gran claustro alrededor del cual están las celdas de los padres... Todo forma parte del conjunto" explica Maribel Estébaz, responsable en Gozarte de realizar las visitas guiadas a la iglesia.

En el siglo XIX, la vida boyante de la cartuja dio un giro de 360 grados. En 1835, con los procesos desamortizadores, se vendieron los bienes de las órdenes religiosas que no realizaban una labor educativa o social y "los cartujos no pertenecían a ese grupo pues se dedicaban a rezar". En el caso de esta cartuja, se expropiaron sus tierras, se parcelaron y subastaron. La iglesia, afortunadamente, no se modificó porque los nuevos dueños de las tierras las arrendaron a colonos y éstos encontraron las antiguas celdas de los monjes un lugar perfecto para tener a su familia "porque la celda de un cartujo no era una habitación sencilla, sino un chalet adosado con jardín".

UNAS PINTURAS "MARAVILLOSAS" Esta iglesia del barroco tardío, "tiene de especial las maravillosas pinturas de Ramón Almor y el suelo tan curioso, reproducción del suelo antiguo que se puede ver en las galerías a los lados de la iglesia", explica Maribel Estébaz, y añade "se conservan los arranques de un muro que separaba el coro de los hermanos y el de los padres (monjes de clausura), y una capilla lateral llamada tribuna donde asistían a misa aquellos que no eran padres ni hermanos" como los benefactores de la orden. En cuanto al conjunto arquitectónico, hoy se conservan todavía restos del cerramiento primitivo, la iglesia, dos edificios en la Plaza Mayor, la portería, el refectorio y varias celdas.

Ya en el siglo XX, la población empezó a crecer y dada la falta de un claro planteamiento de los límites de crecimiento urbano, que debían salvaguardar la estructura del monasterio, motivaron que, en 1982, fuese declarado conjunto monumental.

Los restos de este conjunto arquitectónico se pueden disfrutar hoy de forma diferente. Las visitas guiadas teatralizadas que se realizan los sábados, brindan la oportunidad a los visitantes de adentrarse en la historia de este singular emplazamiento de la mano de los fantasmas que dejaron un trozo de alma en ese lugar.