Sesudos analistas ya explicarán, y también lo iremos viendo los demás, por dónde se encaminan los pasos de Luis Planas, el nuevo ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación. Que de momento pierde el Medio Ambiente, aunque se supone que no la sensibilidad hacia el mismo, dado el resto del equipo, donde se incluye una ministra para la Transición Ecológica. Sin olvidar la menos conocida Reyes Maroto, cuyo trabajo desde Industria, Comercio y Turismo, también afectará al contenido de estas páginas.

Probablemente por su experiencia en asuntos de la PAC, determinantes para el futuro de nuestra agricultura, haya llegado Planas al ministerio. Pero tampoco hay que olvidar ni su estancia en Marruecos -relaciones agrícolas que habrá que normalizar alguna vez-, ni su paso por Andalucía, donde, por ejemplo, se apuesta por una agricultura ecológica de consumo directo. Conocimiento técnico, pues, no le falta.

Poco tiempo tendrá para reconducir, si así lo desea, la llegada de los transgénicos, la sobrepesca, el auge de la industria porcina, la desaparición de la ganadería extensiva, la recuperación de profesionales agrarios en el medio rural, asuntos propios de su cartera. O para influir en otros aledaños, desde el etiquetado confuso de muchos alimentos, hasta el poder de la gran distribución para imponer modelos de consumo, pasando por los hábitos de consumo alimentario.

Tampoco hay que engañarse, y menos quienes miramos la realidad desde un pesimismo alimentado por la experiencia. Ni siquiera con una legislatura completa, y mucho menos desde un solo Estado, pueden modificarse radicalmente unos mecanismos que fomentan el beneficio a corto plazo, saltándose las consecuencias sociales, medioambientales y sanitarias, que no computan a la hora del balance de las empresas.

Aunque, si al menos es capaz de influir en la próxima PAC y acercarnos a la sensibilidad europea, no habremos ido hacia atrás. Lo que no es poco.