ARTISTA Chucho Valdés & Afro-Cuban Messengers, presentando el Festival de Jazz de Zaragoza

LOCAL sala Multiusos del Auditorio

FECHA sábado, 16 de mayo

ASISTENCIA 500 espectadores

Llegó el sábado a la Multiusos ese huracán caribeño del piano llamado Chucho Valdés con el espectáculo de homenaje al grupo Irakere, formación de jazz afro-latino creada a comienzos de los años 70 y que él dirigió, toda una anomalía (el grupo, no su dirección) en la canónica Cuba castrista de la época (en Zaragoza actuó en 1993). Irakere, por donde pasaron músicos como Paquito D'Rivera y Arturo Sandoval, más tarde exiliados ilustres, cerró de alguna forma la brecha musical abierta en la isla por el régimen. Obtuvo un premio Grammy en 1979, y fue la primera formación cubana que firmó contrato con una multinacional norteamericana (CBS) desde la llegada de los barbudos al poder. La actuación de Chucho en Zaragoza sirvió de carta de presentación de la 33 edición del Festival de Jazz de la ciudad, que se celebrará como es habitual en otoño, y que ya ha anticipado la presencia en el cartel de José James y Madeleine Peyroux.

Y vino Chucho son sus Afro-Cuban Messenguers, nueve músicos solventísimos, y jóvenes en su mayoría (un porcentaje elevado de ellos no había nacido cuando se creó Irakere), a los que el pianista da mucha, pero que mucha cancha a la hora de mostrar en solitario sus habilidades, una forma sutil, también, de descargarse de trabajo. Valdés (casi 75 años), se sabe, es una máquina sobre el teclado, un tornado que todo lo engulle; un pianista con mucho talento y no pocos trucos. En su cabeza guarda una parte muy notable de la historia de la música (de toda la música), que va soltando en forma de citas dentro de unas canciones que muestran todos los argumentos sonoros que en Cuba han sido y son. Así que, rodeándose de instrumentistas eficaces y con la sabiduría saliéndosele por las costuras, es difícil que facture un mal concierto. No lo fue el del sábado, aunque siempre en las presentaciones de Chucho hay cal y arena: pasajes arrebatadores y momentos de exhibición, fragmentos de soberbia intensidad musical, y tramos de descanso de esos en los que se requiere la participación del público. No agotaré al lector anotando los nombres de los músicos, pero que quede constancia del vigor de todos ellos,

Se abrió el concierto con Juana 1600, la pieza con la que Irakere iniciaba sus actuaciones, y se cerró en el bis con otro trallazo de los primeros tiempos de la banda: Bacalao con pan. Y en medio, piezas como Tabú, la muy africana Yansá, con mirada al Take Five, de Dave Brubeck incluida; un blues de nuevo cuño con picante sabor de Nueva Orleans; una composición escrita para Irakere y que nunca se grabó, que comienza con aires barrocos y termina en brazos de la cubanía más caliente; la balada A Caridad, de nuevo con toques clásicos, en esta ocasión de la época romántica, y un vitaminado afro-funk. En fin, con altibajos y todo, ¡aché (bendición, gracia) para Irakere!