Dado que, en la actualidad, la cultura cinematográfica dominante se basa en la saturación visual y el estruendo sonoro, el éxito de The artist es una rareza. Porque la mayor cualidad de esta película de la que todo el mundo habla y que llega mañana a nuestras pantallas es anacrónica: el silencio.

En efecto, 70 años después de que el sonido hiciera del cine mudo algo comercial y estéticamente obsoleto, he aquí un melodrama francés rodado en blanco y negro, ambientado en el Hollywood de los años 20, protagonizado por dos actores desconocidos y en el que, en efecto, no se pronuncia ninguna palabra, o casi ninguna.

No es precisamente el tipo de propuesta que hace a un productor frotarse las manos. "Sentí como una forma moderna de censura: nadie me impidió hacerla, pero sentía que no debería hacerla", recuerda el director Michel Hazanavicius. "Todos los productores me decían lo mismo: nadie quiere ver una película como esta. Uno se negó a leer el guión, porque no quería decir no a un proyecto que, sospechaba, le iba a encantar".

MEJOR ACTOR EN CANNES The artist, pues, no debería haber sido un éxito. Pero lo es. Entró en la competición del Festival de Cannes en el último minuto y sus productores se fueron de la Costa Azul habiéndola vendido, y por cifras millonarias, al mundo entero --su protagonista, Jean Dujardin, obtuvo además el premio al mejor actor--.

Desde entonces, ha sido la preferida del público en certámenes como los de Toronto y San Sebastián, taquillazo en Francia, mejor película del año 2011 según el New York Film Critics Circle y, cómo no, favorita para los próximos Oscar. De cumplirse los pronósticos, será el primer filme mudo candidato en la categoría reina desde El patriota (1928) y, en todo caso, ya es el más exitoso desde los días de las hermanas Gish.

COMO DOUGLAS FAIRBANKS En aquella época, Hollywood todavía se llamaba Hollywoodland, y las pantallas estaban pobladas por payasos extravagantes, heroínas pálidas e irresistibles galanes. El protagonista de The artist, George Valentin (Dujardin) pertenece sin duda a esa última categoría. El pelo brillante, los dientes resplandecientes, el bigote impecable y el narcisismo subido, es una estrella de cine modelada a imagen de Douglas Fairbanks.

Pero su carisma empieza a desvanecerse con la llegada del cine sonoro. Mientras su amante Peppy Miller, una joven y ambiciosa extra (Bérénice Béjo, esposa de Hazanavicius) se convierte en una figura de la nueva era, Valentin se sume en la oscuridad y la depresión.

Se trata, pues, de un argumento arquetípico. "No quise hacer una falsa película de los años 20, ni una parodia o un ejercicio de estilo", asegura en todo caso Hazanavicius. "Traté de respetar el espíritu de la aquella era. Los amantes no se besan, sino que bailan como solían hacerlo en los viejos musicales".

Sin embargo, los directores de la época no rodaban películas mudas, sino solo películas. Michel Hazanavicius, en cambio, fue consciente de la falta de sonido, y The artist juega con ello. El silencio mismo, de hecho, es uno de los temas de la película. De hecho, lo que la convierte en un acontecimiento cinematográfico es su entusiasta modo de juguetear con sus autoimpuestas limitaciones formales.

Pero, ¿por qué? Dado que aún, afortunadamente, tenemos acceso a películas mudas cuyos creadores superaron esas limitaciones por obligación y no por gusto, ¿con qué fin fue The artist creada? Sea cual sea la respuesta, su éxito nos recuerda que las imágenes más sencillas, incluso envueltas de silencio, tienen tanta o más capacidad de llegar al espectador que la mayoría de ruidosas virguerías en 3D.