De la casa familiar, Diego Moreno, editor de Nórdica, y su hermano Daniel, editor de Capitán Swing, guardan una imagen imborrable: un busto gigante de Lenin que su madre cubría convenientemente con una sábana cuando había visitas. Era cosa de su padre, comunista convencido. Son presencias que dejan huella. Ambos son los responsables del rescate de un indiscutible clásico de referencia de la Revolución de Octubre, que brilla entre el alud de novedades sobre el centenario del alzamiento bolchevique. Se trata de una irresistible coedición de lujo (marcada en rojo, blanco y negro por el pincel del ilustrador Fernando Vicente) de Diez días que sacudieron el mundo, del periodista estadounidense John Reed (Portland, 1887-Moscú, 1920). Su narración, publicada en 1919, es la crónica de primera mano del reportero, quien llegó a la entonces Petrogrado (San Petersburgo) en septiembre de 1917, donde hizo amistad con Lenin.

Precisamente «Reed describe a Lenin como un hombre bajo, calvo, de cabeza abombada, que viste ropa vieja y polvorienta. Sin embargo, cada vez que en su relato sale Lenin, y sale mucho, su figura se siente como la de un gigante. Cuando sube a un atril y empieza a hablar, todo el mundo se queda pasmado y callado», explica Vicente (Madrid, 1963), que recuerda que, por el contrario, Stalin casi no sale, aunque sí Trotsky. Por ello, el ilustrador usó la metáfora visual y dibujó a Lenin como un gigante que «canta al nuevo hombre» y hechiza a obreros y campesinos.

A PUNTO DE SER FUSILADO / Vicente trabajó durante un año con acrílico sobre papel y con caballete o directamente con las hojas en la pared de su pequeño estudio, porque ello le permitía ir colgando todas las piezas e ir viendo el trabajo en conjunto. En total, 27 ilustraciones salpican la crónica periodística mostrando «un mosaico de la revolución». No faltan en ella los momentos cumbre: «El asalto al Palacio de Invierno, con los destellos y cañonazos que se ven a través de los cristales -resalta el dibujante-. De hecho, allí están a punto de fusilar a Reed. También la angustia que se respira, de la gente que no sabe qué está pasando frente a la gente que sigue haciendo su vida normal. Cuando él mismo empuña el fusil tomando partido...»

No engaña Reed sobre su empatía con la causa comunista, pero aclara: «Durante la lucha, mis sentimientos no fueron neutrales. Pero al contar la historia de aquellos días heroicos he intentado mirar los hechos con los ojos de un reportero concienzudo e interesado en consignar la verdad», escribe. Al volver a Estados Unidos, sus ideas le valieron ser acusado de espionaje. Escapó y regresó a la Unión Soviética. Allí, en Moscú, murió de tifus, con solo 32 años, el 17 de octubre de 1920 y fue enterrado en el Kremlin junto a otros líderes soviéticos. No en vano, Lenin había definido Diez días que sacudieron el mundo como «la exposición más veraz y vivida de los hechos que son tan importantes para comprender debidamente la revolución proletaria».

La Revolución rusa no pilló a Vicente fuera de juego. Pero esta vez, señala, se inspiró en «la estética soviética» de carteles de propaganda de la época, como los de Alexander Rodchenko. Eso le permitía reivindicar que «en aquellos días también tuvo lugar una revolución artística» en la que florecieron creadores de la corriente suprematista como Liubov Serguéievna Popova o Kazimir Malevich. El ilustrador halló su otra fuente de documentación en la Royal Academy de Londres, visitando la completa exposición sobre la Revolución rusa.

El libro, que en menos de un mes ya ha agotado una tirada de 3.000 ejemplares, aporta además una nueva traducción de Íñigo Jáuregui que, según Vicente y Diego Moreno, hace más asequible la narración y la aligera. Ya desde el mismo título, que en inglés usaba el verbo to shake en pasado y que en castellano se había popularizado como «estremecieron» o «conmovieron»: Jáuregui ha optado por el más acertado «sacudieron», al hablar de unos días que cambiaron la historia del siglo XX.

Según Moreno, el lector que se acerca a este tipo de ensayo ilustrado es, sobre todo, aquel «que no conocía previamente la obra y que ve en estas ediciones el momento de acercarse a un clásico. No es tanto un público militante y comunista».

Vicente ya ha aceptado sin pensárselo dos veces la propuesta de Moreno de ilustrar la otra gran crónica de una revolución de John Reed: México insurgente (1914). Esta esta vez, el gigante será, sin duda, Pancho Villa.