Situado en los límites del negocio como actitud vital, pero inmerso sin contemplaciones en el corazón de la música, Malcolm Holcombe (Asheville, Carolina del Norte, 1955) es un artista crudo, honesto y perturbador. Cantante de voz aguardentosa dotado con un feeling extraordinario, y guitarrista no menos singular, mastica las letras de sus vibrantes canciones y extrae de ellas un sentimiento poco común. El jueves, Holcombe, quien hace un par de años asombró a quienes le escucharon en la cercanía escénica de La Ley Seca, volvió a Zaragoza para actuar en el Teatro Arbolé de y presentar las canciones de Another Black Hole, su disco más reciente. Aquí estuvo acompañado por Jared Tyler, también cantante, pero sobre todo, un brillante intérprete de dobro. Con ese instrumento Jared dio otra dimensión a las desnudas pero agitadoras composiciones de Malcolm, que, dicho sea de paso, pueden defenderse solas perfectamente.

Este tipo lleva a la atmósfera cargada de los escenarios el aire no contaminado de los Apalaches, ese que le proporciona en viveza y verdad. Con ese espíritu enreda lo rural con lo urbano, lo primigenio con la mezcla, la inocencia con la intención. Malcolm es bluegrass sin aditivos, country sin descafeinar, blues sin pulir. Pero su gran hallazgo es atrapar al espectador con ese material de sueños, a través de una equilibrada combinación de explosión y sutileza. En Arbolé armó un programa magníficamente estructurado, combinando piezas del álbum nuevo (September, Lavin' Anna, la que le da título...) y canciones de grabaciones anteriores (Savannah Blues, de Pitiful Blues, 2014; Mama Told Me So, de I Never Heard Yoy Knockin (2005), de sugerente corte dylaniano, y la magnífica One Leg At Time (2010) con la que llegó a la cumbre interpretativa.

Entre tanta mixtificación de eso que se ha convenido en llamar música norteamericanas de raíz, Malcolm Holcombe es la voz sin trampa que nos recuerda que aún hay vida real en una gran reserva de zombies.

Antes de la actuación de Malcolm, cerca de Arbolé, en el Centro de Arte y Tecnología Etopia, asistimos a un espectáculo muy diferente: la presentación de Immertable, una mesa interactiva de control gestual y a través de objetos colocados sobre su superficie, que actúa sobre los parámetros de la música que se le proporciona, modificándolos en tiempo real. El físico Carles Tardío Pi, y el ingeniero electrónico Diego Luis Marco han desarrollado este proyecto impulsado por Etopia y la Universidad de Zaragoza.

Y para demostrar las posibilidades de Immertable actuaron el músico experimental zaragozano Santiago Latorre, y el artista sonoro holandés Daniel Maalman. El primero, que centra en el tratamiento de la voz su propuesta estética, logró sugestivos ambientes, en ocasiones de cierto misticismo; el segundo, más decantado por la electrónica más o menos bailable, facturó una atractiva sesión no exenta de referencias que, para entendernos, calificaremos de étnicas.