Tiene los colmillos inferiores en avance como dos torreones draculinos y una muralla de incisivos en retroceso. Él no sabe si está ahí, en esa dentadura que tiene asegurada a todo riesgo, el secreto de ese silbido templado y suave que ya enamoraba a la gente en el Metro cuando iba al cole de los años 50. "Me han ido encasillando en esto del silbido. Yo lo utilizaba para darle una pincelada diferente a mis actuaciones como rockero". Ahora, cuando va a cualquier tele del mundo, le hacen silbar El bueno el feo y el malo, La muerte tenía un precio, por un puñado de dólares y todo eso, sin que haya conocido en persona a Clint Eastwood. Pero cada vez más gente sabe que sus registros campan con eficacia por el jazz, la chanson francesa, la música sinfónica o celta.

Curro todavía no se llamaba Kurt Savoy, sino Francisco Rodríguez. Nacido en 1948 en Andújar (Jaén) marchó a Córdoba con sus padres, donde "pusieron una tiendecita de fruta, pero no les fue bien. Total, que emigraron a Madrid".

LOS DÍAS DE FRÍO

Pronto el padre murió de cáncer y la madre alojó a los críos en una portería-vivienda gratuita que atendía sin sueldo, mientras vendía caramelos en un pequeño puesto de la calle. "Yo la veía en la esquina con las manos rojas de frío, vendiendo, helada. Y pensaba en ser futbolista, boxeador o lo que fuera. Estudiando no iba a llegar; son 15 o 20 años". Sin atender el consejo de la madre, Curro dejó el colegio y se puso a ayudarla.

El chiquillo de once años bajaba al metro de Cibeles para vender abajo, a salvo del frío, con un cesto pequeño de caramelos y "cuando ya estaba calentito me iba al lado de ella, en un huequecillo de la puerta del Banco de España. A los empleados les caí simpático y me abrieron un espacio dentro, donde ganaba algo". Curro se presentó al concurso de Radio Madrid Conozca a sus vecinos que daba 20 duros y un bote de Cola-Cao. Le echaron porque no llevaba guitarra ni partituras. Pero regresó con la guitarra de un primo y dos acordes aprendidos. "Me aceptaron, pero el solo de la guitarra de la canción de Elvis Presley El Rock and roll no lo sabía y se me ocurrió silbar, improvisando. Eso causó sensación. Empezaron a llamar a la emisora". Boby Deglané le aconsejó cambiar Curro por Kurt y se inventó el nuevo apellido. "Yo me lo creí y fui a otros concursos". La tele le lleva a una gala en 1960 y le salió un contrato de disco en Barcelona.

En el año 1962, en medio de la fiebre del western Kurt Savoy registraba bandas sonoras para un promedio de cuatro filmes mensuales. De algunas no conoce ni el título. "Recuerdo una de Richard Widmark y Genoveva Page, prohibida aquí porque ella salía con el pecho al descubierto al piano y silbando algo de Haendel. Los silbidos eran míos".

Pero Kurt Savoy insistía terco interpretando con una guitarra eléctrica a Presley, a Paul Anka, y dejando, de paso, ese silbido al aire, con triunfos. Un empresario de la casa Philips se fijó en él y dijo: "Yo voy a hacer de éste el rey del rock and roll español". Curro ensayaba con Miguel Ríos en un estudio-academia para cantantes que tenía el padre de Augusto Algueró en la calle Tetuán. Un malentendido sobre la fecha de una cita para grabar, dejó en manos de Ríos la oferta y la promesa.

EL CAMINO PROPIO

Pero el Rey del Silbido seguiría su propio camino internacional. Una firma italiana afincada en Barcelona le registró 16 discos: "Cuando estoy invadido, en un buen teatro con una orquesta, suena como un violín. La gente cree que tengo un aparato en la boca. Sale muy perfecto".

En Madrid, una tarde que iba a Prado del Rey, conoció a Clarita Montes que se entrenaba pases, con otros torerillos, cerca del lago de la Casa de Campo. "La vi de lejos. me la empecé a conquistar. La invité a un sitio de Madrid donde yo actuaba". Se casaron y fueron a vivir a Francia. Se le abrieron las puertas del Olympia (al que volverá el 18 de octubre), y grabó discos temáticos de jazz en Japón y en China. Ha dado la vuelta al mundo.

Ahora que ha sacado el disco No me acuerdo, presentado ayer en Zaragoza, Curro Kurt Savoy prepara una gira de flamenco-jazz con José El Macareno por la Europa del Este. "Parece que tengo la misma edad siempre. Voy a ir a Tennese este año, a México, a la Isla Reunión. Vengo de la nada y estoy contento con la vida". Desde donde esté, todos los días hace tres llamadas a su madre, que le sigue entusiasmada por la tele desde Palma de Mallorca.