3 CUENTOS REUNIDOS

AUTOR Cynthia Ozick

EDITORIAL Lumen.

Hasta ahora, lo normal era llegar a Cynthia Ozick por caminos retorcidos. Incluso en su país (nació en Nueva York en 1928; sigue viva) Ozick representa a esos autores que solemos llamar de culto, más leídos y admirados por los críticos y sus colegas escritores que por los lectores en general. Hasta ahora, aquí, disponíamos apenas de El chal, su mítico cuento sobre el Holocausto publicado hace décadas por Montesinos junto con alguna otra colección de relatos, todos ellos enterrados ya en los fondos polvorientos de las librerías de viejo. Hay una entrevista mítica en The Paris Review en la que, sentada junto a la entrevistadora, iba tecleando sus respuestas en su máquina de escribir. Hay una serie de juegos de relaciones metaliterarias que la llevan a meter en sus relatos ciertos personajes que podrían el propio Kozinski, Malamud, Bashevis Singer. Pero hasta ahora nos faltaba lo más importante: sus cuentos.

Como nos quejamos a menudo de la frivolidad con que se apilan las novedades sin ton ni son en las mesas de las librerías, es obligado señalar aquí que a veces las editoriales cumplen todavía con rigor la función cultural que les corresponde: la publicación de este libro ya era casi una urgencia. Acaban de poner en nuestras manos un mundo entero resumido en una veintena de cuentos que ocupan más de setecientas páginas. Un mundo entero y una manera de mirarlo. Ozick nos cuenta vidas que pertenecen a la comunidad judía y su mirada participa también de esa tradición, pero lo hace con una manera muy peculiar de estar al mismo tiempo cerca y lejísimos de todo lo que cuenta. Es la observadora íntima y cercana, la narradora capaz de desentrañar hasta los motivos más recónditos, oscuros y contradictorios de sus personajes e iluminarlos con la frase exacta para que los podamos reconocer. Pero también es lejana, escéptica como han de ser por fuerza los sabios. Resulta hasta demasiado fácil señalar la cosmología judía como nexo de su mundo literario, pero hay otro rasgo común mucho más importante: los destinos equivocados. Los personajes empeñados en ser lo que no son, o castigados a serlo, los que odian aquello que persiguen o aman aquello de lo que huyen, los que envidian aquello que critican. De esas contradicciones surge el abanico abierto, amplio, rico, de la condición humana.

Es difícil encontrar un cuento suyo en el que los sucesos relatados no se puedan explicar por medio de las crisis de identidad. No solo los hombres, incluso los lugares viven en crisis permanente, como ese pueblo del relato La mariposa y el semáforo, que estropea su destino idílico por su empeño en convertirse en ciudad. Hemos hablado de realismo, porque el tono es indudablemente realista, pero muchos de los cuentos están llenos de valor metafórico y hasta en algunos se puede encontrar una vena misticista, una especie de animismo panteísta que da vida a las cosas como si, pese al empeño aparente de la autora en limitar su tarea a la estricta observación de lo que ocurre, la vida se empeñara en levantarse de la página.