La carrera de Damien Chazelle (Providence, Rhode Island, EEUU, 19 de enero de 1985) como director le debe mucho a la música. Whiplash, la película que lo dio a conocer internacionalmente, estaba inspirada en sus días como batería de jazz. Antes había dirigido Guy and Madeline on a Park Beach, versión verité de los musicales clásicos de la MGM. Y esa misma ha sido ahora su inspiración en La ciudad de las estrellas (La la land), la película que acaba de acaparar Globos de Oro y que lidera la carrera hacia los Oscar.

—Pregunta obvia: ¿de dónde viene su amor por el musical?

—Lo que más me interesó inicialmente del género es que, pese a que en su época dorada eran la fórmula artística más populista, los musicales tienen cierta vena experimental y una gran voluntad de romper las reglas. No olvidemos que son películas en las que la gente rompe a cantar y bailar de repente. De todos modos, lo que me hizo enamorarme de los musicales es que te agarran por sorpresa y te conmueven como las películas más realistas son incapaces de hacerlo. Algunos te hacen muy feliz, otros te ponen muy triste, pero todos los buenos musicales te dejan hecho un flan.

—Dicho esto, ¿qué le parece que ‘La la land' sea considerada un mero homenaje a otras películas?

—Es cierto que nació de un amor por esos viejos musicales, pero mi intención no ha sido hacer un ejercicio de nostalgia o crear una pieza de museo. He querido insuflar nueva frescura a los ingredientes de siempre. Y he querido combinar la ridiculez intrínseca al género de la que hablaba, que hace que los personajes se pongan a bailar en medio de la autopista, con una historia de amor que no tiene por qué acabar bien. Lo más nostálgico de La la land es que es una película hecha para ser vista en pantalla grande, y eso va en contra de los hábitos actuales de los espectadores de cine.

—Tener coreografías como las de Gene Kelly como listón, ¿fue un acicate o una losa?

—Busqué algo en lo que las coreografías de La la land pudieran destacar sobre ellas. Si los números musicales de Gene Kelly incluían cuatro cortes de montaje, yo quise que los míos no tuvieran ninguno. Hasta que Scorsese rodó Toro salvaje, todas las películas de boxeo filmaban los combates desde fuera del ring para que se viera bien lo que pasaba. Él puso la cámara en el centro del ring y ello dio a las escenas sensación de caos. Yo he buscado ese mismo tipo de caos.

—¿Existiría ‘La la land’ de no ser por el éxito de ‘Whiplash’?

—No creo. El guion estaba escrito desde el 2010 y lo estuve paseando de reunión en reunión sin éxito. Y ahora me siento afortunado de que así fuera. Si hubiera hecho la película entonces posiblemente la habría fastidiado: habría acusado la falta de experiencia, o no habría contado con el reparto adecuado. Hollywood es un lugar que te puede hacer sentir muy impaciente, y yo ya soy impaciente por naturaleza. En muchos momentos del proceso perdí los estribos y sentí que había un complot en mi contra.

—¿Alguna vez se ha arrepentido de dejar la batería para dedicarse al cine?

—Yo siempre quise hacer cine. Lo de tocar la batería fue una fiebre temporal derivada de mi fanatismo por el jazz, y que como demostraba Whiplash llegó demasiado lejos. Siempre supe que no sería un buen batería. Pero a mi pasado como músico le debo lo que soy como director.

—¿Por qué cree que, décadas atrás, el género musical dejó de gozar del favor del público?

—No es casual que los musicales dejaran de ser la forma cinematográfica dominante cuando el jazz dejó de ser la forma musical dominante. La música rock y las canciones pop no casan de forma tan idónea con las grandes coreografías. Aunque hay un motivo más obvio. En los años 70 se produjo un viraje hacia un tipo de cine más realista. América se vio sumida en tiempos convulsos y la ingenuidad de los musicales quedó desfasada.

—Como acaba usted de decir, la gente cada vez ve menos cine en pantalla grande. ¿Qué siente?

—Yo soy optimista por naturaleza. Quizá el declive de las salas de cine y el auge de la televisión logre hacer que los cineastas se esfuercen más por dar al público nuevos motivos para ir a las salas. A lo largo de la historia, todos los pasos adelante que el cine ha dado han sido una reacción a una amenaza: sin el advenimiento de la televisión, por ejemplo, no habría nacido el Cinemascope. El cine lleva 100 años muriéndose y aquí sigue. Ojalá ver La la land inspire a otros artistas del mismo modo que ver Cantando bajo la lluvia me inspiró a mí.