"En tiempos se interpretó el mudéjar como arte de una época de crisis, con mano de obra barata y abundante". Gonzalo Borrás desmontaba mitos y precisaba conceptos ayer, al presentar una exposición que estará abierta hasta el 8 de diciembre en el Paraninfo de la Universidad. Unas 150 piezas originales desde el siglo XII al XVII, representativas del legado andalusí en la cultura española.

"Pero era un arte que costaba mucho dinero; del Rey abajo, pasando por el Papa o los arzobispos, incluso las sinagogas, todos eran clientes de los mudéjares", remató el profesor y comisario, para quien el término musulmán (creyente) debe atribuirse solamente a las personas.

Andalusí se refiere a Al Ándalus (Borrás prefiere Alandalús) el nombre árabe para la Península Ibérica, a la que llegaron los árabes en el 711. Hubo una cultura andalusí (La Alhambra, la Mezquita de Córdoba...), pero no es de esa cultura árabe en tierras de dominio islámico de la que habla esta exposición: "Mudéjar es un sistema artístico de tradición andalusí que pervive bajo dominio político cristiano". Y, en tierras cristianas, coexiste y se interrelaciona con el románico y el gótico, de raigambre europea, e incluso con el renacimiento y el barroco. El mudéjar es un fenómeno exclusivo de la cultura española.

La primera sala muestra que el mudéjar, antes que nada, es decoración: "La decoración camina por todos los soportes, por todos los materiales y sobre cualquier escala, desde una llave hasta una techumbre". Se exhiben alicatados nazaríes granadinos, y azulejos y yesos que revestían los espacios interiores de iglesias y palacios, como el arzobispal de Zaragoza, del que se muestra una ventana somera: "Es una arquitectura hacia el interior que se abre muy poco". La arquitectura del Papa Luna (pontífice desde 1394) es mudéjar. Un fragmento de yeso de la Sinagoga del Tránsito, de Toledo, figura con una inscripción hebrea. Y hay una pintura mural doméstica con la escena de cortejo bajo un Árbol de la Vida.

La segunda sala muestra al mudéjar como una "arquitectura de autor" y en ella figuran fragmentos de armaduras (soportes de techumbre) andaluzas y un alfarje, que demuestran que aunque la vocación es decorativa, el mudéjar también se integra en la estructura. Hay grandes piezas traídas de toda España: canecillos, dos tabicas de la techumbre catedralicia de Teruel.

Hay un sitial de Calatayud con elementos góticos. La piña que colgaba sobre la catedral de Baeza y las puertas de la Capilla del Sagrario de la catedral de Sevilla, con inscripciones eucarísticas cristianas. Pero en las estrellas aparecen figuraciones de Alá: "Dios en el pensamiento musulmán es la unidad en la multiplicidad. Lo representan las estrellas multiplicadas al infinito". No quiere imitar a la Naturaleza, sino demostrar que Dios existe.

En una tercera sala, en el sótano presenta las artes decorativas y suntuarias mudéjares: encuadernaciones, tejidos..., como uno del siglo XI de seda hecho en Almería "con la misma inscripción (invocación) que una teja de Novallas: "En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso".

Un Corán de las Cortes, o una hoja de papel hallada en Novallas con aragonesismos aljamiados sobre cómo tienen que ser las relaciones sexuales entre los moriscos: evitarlas bajo un frutal o bajo un carruaje. Hay una gran alfombra vallisoletana. "No queremos mostrar un itinerario; todo vale lo mismo. En el mudéjar no hay jerarquía, todo es decoración", explicó Borrás. Todo se cierra con una sala dedicada al mudéjar destruido, con la Torre Nueva zaragozana como referente.