La obra de Luis García Berlanga es rica en la creación de situaciones originales, en su humor corrosivo en una época en la que resultaba difícil hablar de según qué temas o en el retrato agridulce de la sociedad española en tiempos del franquismo y en los años posteriores a la transición. Berlanga unió retrato social y esperpento, crónica y humor negro. Pero uno de sus mejores activos fue, sin duda, la creación de una tipología imperecedera y la adecuación de una serie de actores, principales y secundarios, protagonistas y de carácter, a esos personajes que definen no solo su cine, sino buena parte de la historia de la mejor cinematografía española.

Cuando uno piensa en el cine de Berlanga, enseguida viene a la mente la expresión divertida, tierna, y el cuerpo frágil de José Isbert. Desde que incorporara el entregado alcalde de ¡Bienvenido, Mister Marshall!, Isbert ocupó una posición privilegiada en el cine berlanguiano, en Calabuch, Los jueves milagro y en El verdugo.

Berlanga no tardó en crear lo que en Hollywood definían como una stock company, un equipo fijo de actores que le servían indistintamente para las películas más cómicas y las más dramáticas. Fue un rasgo esencial en su cine pues casi todas sus películas eran relatos corales, con muchos y decisivos personajes, de Calabuch a La vaquilla.

De esa compañía estable formaron parte José Luis Ozores, Elvira Quintillá, Manuel Alexandre (en Plácido y ¡Viva los novios!), Agustín González, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal, Cassen, Michel Piccoli y José Sazatornil, Saza, entre otros.