El Museo Camón Aznar de Zaragoza presentó ayer una exposición singular: Recoge dos etapas separadas de la andadura pictórica de Josep Navarro Vives, un pintor barcelonés nacido en 1931, que ha caminado siempre por su cuenta. Y bajo el epígrafe general de Razón-Emocion las presenta conjuntamente, aunque a las dos series las separen 40 años. En ambas destacan esos colores intransferibles" del artista, tal como los describió Josep Meliá.

Por una parte, la exposición muestra obras de los últimos años de la década de los 60, constructivistas, centradas en la abstracción geométrica, variaciones modulares, las infinitas variables de la geometría y sus juegos ópticos, al amparo de propuestas bi y tridimensionales, por un lado. Forman el capítulo llamado Razón y lo componen 25 cuadros.

Pero hace ahora 30 años, Navarro Vives decidió apearse de la geometría. La segunda parte de la exposición la configuran pinturas de la década presente, donde más que las formas y los juegos visuales, el artista se preocupa de las atmósferas. Son 29 telas de gran tamaño que algunos asocian al misticismo zen de Mark Tobey y otros a los campos de color de Rotko, en las que Navarro Vives recupera la vía figurativa a través de paisajes crepusculares, en los que domina la emoción.

El pintor se olvida de todo lo superfluo. Sus composiciones van fundiéndose en un fondo-espacio rozando casi la abstracción y el color se convierte en su herramienta esencial de expresión. La realidad se reduce a aire y agua, apenas intervenidos por alguna sombra de edificación algún campanile, reducidos a pequeños accidentes sobre la superficie monocroma.

La virtud de esta exposición reside una conexión profunda entre las dos etapas mostradas. Tanto las composiciones como los colores en ambas tienen un vínculo. Y eso se expresa ya de entrada, al colocar juntas dos piezas azules, una de cada etapa. La hija del pintor, Valeria Navarro, estudiosa de su obra y comisaria de la exposición manifestó ayer: "Hay una gran línea conductora en estos dos momentos tan diferentes a primera vista. En la base hay unos colores muy personales y una gran construcción estructural".

Josep Navarro Vives nació en Castelsarrasin (Francia) en 1931. A los cuatro años se trasladó con su familia a Barcelona y muy pronto empieza a dibujar y desarrollar una vocación que determinará su vida. A los 14 años inició su formación en Barcelona que culminó en la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi.

En 1957 consigue una beca para estudiar en París y posteriormente completa estudios en Londres. En 1963 se establece definitivamente en Barcelona. En un primer momento sus cuadros tenían una densidad de capas, gruesos empastes, e inserción de fragmentos textiles. Ya mostraba una decidida voluntad ordenadora. Navarro Vives destacó ayer su característica de pintor solitario, y valiente, en el sentido de haber seguido su propio camino "con libertad y no en las direcciones que marcaban las modas, los grupos o el mercado. He sido sincero conmigo mismo".