Seis novillos de Antonio San Román (5° sobrero). Alberto Durán, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso; Imanol Sánchez, oreja en ambos; Javier Jiménez, ovación tras aviso en ambos. 1/5 de entrada. Dos horas y 45 minutos.

A pesar de las casi tres horas de duración de la novillada de cierre de temporada en Zaragoza, el festejo no se hizo eterno. Bien es verdad que la devolución del quinto novillo prolongó de más la extensión temporal del espectáculo, pero lo cierto es que la función tuvo un interés sostenido y escasos tiempos muertos.

Para el pedroleño Imanol Sánchez significó la reivindicación de su propia carrera taurina. Cortó dos orejas (una a cada novillo) por un toreo de combate, aguerrido, electrizante, en el que se dejó hecha jirones la ropa de torear en su primero y también fue trompicado en el sobrero que hizo quinto. Más templado que en otras ocasiones en banderillas, colocó cinco de los seis pares por le pitón derecho, por el que al parecer, se siente más cómodo.

Abundante el muleteo en su primero, este fue decayendo al mismo ritmo que el novillo se hacía más remiso. Igual de bullidor y arrebatado, coronó con mucha fe y acierto con la espada en las dos ocasiones. Tuvo que sortear pues uno de los dos novillos mansos que ayer saltaron al ruedo, el otro fue para Jiménez en tercer lugar.

La novillada de San Román fue estrecha de constitución y sin remate aunque de astifinas encornaduras. Destacó un jabonero claro que regaló sesenta embestidas de calidad con el que Alberto Durán ensayó un toreo refinado y elegante, pleno de reposo y torería que llegó con prontitud a los tendidos. La cosa se extendió lo mismo que duró el novillo. Si no llega a pinchar, habría habido premio. Hasta en siete ocasiones marró con el acero antes de descabellar por tres veces. Igual que en el que abrió plaza, con el que tuvo que utilizar cinco intentos, en uno de los cuales se dio la insólita circunstancia de la rotura de la espada en dos mitades. Con esa ya no fallará más.

Pero la labor más destacada fue la de un Javier Jiménez que le bajó los humos a un manso que murió acobardado en la puerta de chiqueros y se recreó en un toreo de gran calidad, poderoso y mandón en una faena que se sacó de la manga en el último, al que volvió a fallar con la espada.

No hay duda, hay en él un torerazo de la cabeza a los pies, con una muleta prodigiosa y valor bastante para hacer dos más.