El veterano actor José Sacristán asegura que el cine le ha permitido seguir siendo el niño que creció en Chinchón (Madrid) con películas de aventuras en sus ojos y le ha dado el privilegio de permanecer más de cinco décadas en una profesión que, ironiza, «algunos llaman trabajo». Sacristán hizo esta reflexión en una rueda de prensa celebrada en el marco del 46 Festival Internacional de Cine de Huesca con motivo de la entrega al actor del Premio Luis Buñuel por su trayectoria en el cine y en los escenarios en general.

El actor explicó que la «base fundamental» de su carrera es la consecución del sueño de «un crío que no tenía vocación de actor sino de ser Robin de los Bosques o el Cisne Negro. La base fundamental de que me dedique a esto no es ni más ni menos que la consecución del sueño de un crío, que a los 80 años puede seguir jugando», señaló. Desde entonces, resumió, su vida como actor han sido «sesenta años jugando», en una profesión que desde hace años le permite seleccionar los papeles que interpreta.

«No hay nada que ame tanto como mi profesión y mi trabajo -añadió-, y la posibilidad permanente de ser lo que fui, aquel crío que tuvo que seguir un camino nada fácil para llegar a cumplir su sueño». En la España «campesina» de los años cincuenta del pasado siglo, «buscaba la manera de ser actor», resaltó Sacristán, incluido recientemente por la American Film Institute en una lista de los mejores actores del mundo.

SACRISTÁN Y BUÑUEL

Para Sacristán su profesión le permite un divertido juego, «jugar a que otros crean que soy lo que en realidad no soy». Un juego, destacó, que le ha hecho afrontar con ilusión proyectos como Muñecas de Porcelana, de David Mamet, o Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes, obras dramáticas que le llevan a «hacer tuyos los anhelos, sueños y tragedias de un ser humano para darles vida».

Sacristán, cinéfilo confeso, agradeció la entrega de un premio con el nombre de Luis Buñuel, un director que sitúa entre los mejores de la historia del cine, a la altura de Renoir o de Bergman, y cuyos «delirantes» dramas mexicanos asegura ver con asiduidad. Un director de «mirada única y precisa» que llegó a conocer un día en la oficina de Damián Rabal, junto al actor Paco Rabal, pero con el que no trabajó. En sus palabras de admiración al realizador aragonés, Sacristán destacó que Buñuel, en el ámbito del flamenco, «sería la Niña de los Peines del cine», artista que, ha resaltado, decía que «el verdadero cante empieza donde terminan las facultades».

Tras subrayar que la precariedad «está presente en casi toda la historia del cine español», admitió haber recibido «con la misma ilusión» las llamadas de realizadores como Pedro Lazaga o Mariano Ozores como las de Mario Camus o Gonzalo Suárez, y ha aseguró que a pesar de haber protagonizado películas de «títulos estúpidos» no se arrepiente de nada. «Antes monja, enfatizó.

Sacritán recibió el premio Luis Buñuel en una gala celebrada ayer por la noche, tras la que se proyectó su última película Formentera Lady, de Pau Durà.

PREMIO PEPE ESCRICHE

Una gala conducida por Laura Gómez-lacueva en la que también se entregó el Premio Pepe Escriche a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España por «la gran labor de difusión, intercambio, investigación y desarrollo que realiza». Un reconocimiento que celebra su décimo aniversario y cuyo objetivo reside en destacar entidades, instituciones, personas o manifestaciones que trabajen por el entendimiento entre diferentes culturas a través del séptimo arte.

Este galardón Instaurado en 2009, sirve de homenaje a la figura del que fuera uno de los precursores del festival oscense y director del mismo durante más de treinta años, José María Escriche, fallecido en 2008. El trofeo que se entrega es una navaja cuyo filo representa un fragmento de celuloide y su autor es el reputado escultor Isidro Ferrer, Premio Nacional de Diseño y de Ilustración.